Alfonso, en la terminal de llegadas. Además de controlar que se cumplan las normas, tiene tiempo para reflexionar. | Teresa Ayuga

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Ahora, en plena desescalada ?este miércoles se cumple el día 74 del estado de alarma? casi se ha olvidado que el domingo anterior a la manifestación feminista del 8 de marzo se celebró otra, bastante menos concurrida, en Palma: unos centenares de personas reclamaban que se paralizara el proyecto de ampliación del aeropuerto.

La ampliación del aeropuerto había protagonizado una de las grandes polémicas al inicio del año después de que trascendiera que Aena tenía un proyecto en ese sentido y que, posteriormente, aceptó reconsiderar. La comisión de Medi Ambient informó desfavorablemente y uno de los partidos del Govern muy crítico con el proyecto, había estrenado con Antoni Noguera un combativo coordinador.

Todo esto parece prehistoria esta mañana en el aeropuerto de Son Sant Joan. Aterrizarán nueve aviones y despegarán otros tantos. El de las 12 y 20 de la mañana va rumbo a Madrid. Una de sus pasajeras será Paula, que habitualmente trabaja en el sector de la hostelería y que regresa a Ponferrada, donde vive su madre. Esa es su segunda residencia y ha tenido que justificar su viaje. Ha accedido a la terminal de facturación mostrando la tarjeta de embarque. No se puede cruzar la puerta de salidas sin ese documento. Tampoco deambular por ahí. Lo único que está abierto antes de pasar a facturación es la farmacia.

Cuando haya cruzado el control Interislas (ahora se enlaza por ahí cualquier vuelo, nacional o internacional) pasará un control de temperatura. Es lo que ha tenido que hacer horas antes en Ibiza una mujer que espera junto a la parada del bus. La vendrán a buscar en coche; prefiere no utilizar el transporte público donde es obligatorio la mascarilla. No da su nombre y hasta pone ciertos reparos para una fotografía. «¿No tendré problemas, verdad?», pregunta.

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Diálogos de taxistas

Una decena de taxistas esperan con sus coches en la inmensidad del aparcamiento vacío. Llevan ahí desde las 5 de la madrugada. «Haremos una carrera como mucho», comenta Adrián. Y Francisco le da la razón. «17 horas para sacar 90 euros», explica otro que comenta que lo más habitual es lo que ha explicado antes la mujer que llegaba de Eivissa: que a quien viene a la Isla, le recojan en coche particular. Otro se refiere a un dato más perentorio: que como sólo se puede acceder al interior con tarjeta de embarque, tienen que ir a uno de los lavabos del aparcamiento, donde sólo hay una planta abierta. No pueden acceder a la cantina ya que no son trabajadores de Aena. «Pero nos sacan algún bocata», precisa uno. Una taxista se queda con un ejemplar de este periódico para «pasar el rato y ver qué ocurre».

Más de 29 millones de viajeros transitaron por Son Sant Joan en 2018, según datos del gestor aeroportuario recogidos en su web. Poco más de 7 millones con origen o destino en algún aeropuerto español. El resto, corresponde al tráfico internacional. Está a punto de despegar un vuelo con destino a Sofía (Bulgaria) pero nadie de quienes lo esperan muestran ganas de hablar. Van con la mascarilla obligatoria (pese a que está plenamente garantizada la distancia de dos metros para no encontrarse) y hay quien se toma mal incluso las preguntas.

Hay muchas películas ambientadas en el interior de los aviones o en los aeropuertos. Esta, que podría titularse Aeropuerto 2020, no tiene precedentes. Lo cuenta Alfonso, vigilante de seguridad. Lleva 17 años en el aeropuerto y dice que hay otros que llevan 30 y nunca han visto nada parecido. Tiene una silla y una mesa de plástico donde se sienta de tanto en tanto. Queda mucho tiempo para pensar y reflexionar. Incluso para ver el lado ?bonito? del momento.

«¿Os habéis fijado que ahí afuera lo que más se oye son los pájaros?», pregunta. Y así es. Dentro, la megafonía sigue advirtiendo a pasajeros inexistentes de que «por favor, revisen sus pertenencias». Aeropuerto 2020.