Maragall, acompañado por miembros de su Gobierno, hace la tradicional ofrenda.

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El nuevo acto institucional de celebración de la Diada ha estado marcado por las protestas de los ciudadanos catalanes. El presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, llegó al monumento de Rafael Casanova en Barcelona silbado por un grupo de independentistas, que no dudaron en tacharle de «español» y «botifler» (traidor). Los consellers del Ejecutivo tripartito, formado por PSC, ERC e ICV, aguantaron estoicamente los pitos de las personas congregadas ante el monumento. La representación de la Diputación de Barcelona, con presencia de miembros del PP, también fue recibida con silbidos.

El acto del Parque de la Ciutadella -que congregó a 15.000 personas- finalizó con gritos de «independencia», mucho más numerosos. Maragall, pese a todo, se mostró satisfecho con el carácter institucional de la celebración que «demuestra que este país, además de otras cosas que reivindicar, tiene también una historia, arte y expresión propias».

Para Pasqual Maragall, «hay mucha gente que no sabe lo que es la Diada, hay mucha confusión sobre esta jornada y sobre quién era Rafael Casanova», y tuvo un recuerdo para las víctimas de los atentados del 11-M en Madrid, de los que se cumplen seis meses.

El acto institucional que convocaron por primera vez la Generalitat y el Parlament se celebró en el Parque de la Ciutadella. Este acto se planteó como un ejercicio de recuperación de la memoria colectiva del pueblo de Catalunya, aunque tanto CiU como ERC se mostraron partidarios de que la ofrenda floral siga siendo la iniciativa central de la Diada.