La violencia de la explosión dejó destrozado el vehículo de Ramón Díaz García.

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OTR/EFE - SAN SEBASTIÀN ETA cometió ayer su primer asesinato de 2001. El cocinero de la Comandancia de Marina de San Sebastián, Ramón Díaz García, de 51 años, casado y padre de dos hijos, murió ayer al estallar una bomba lapa, con tres kilos de dinamita, colocada en los bajos de su automóvil. La violencia de la explosión hizo que el cuerpo del cocinero, natural de Salamanca aunque afincado en San Sebastián desde hace 40 años, saliera despedido por el techo del turismo, un Ford Orión blanco, y tras golpear en el segundo piso de una vivienda, donde dejó una gran mancha de sangre, cayera al asfalto, completamente destrozado.

Fuentes de la investigación precisaron que, a diferencia de otros atentados frustrados como éste, el perpetrado ayer «estaba muy bien hecho» y destacaron la gran cantidad de dinamita empleada en este atentado, tres kilos de titadine que formaba parte del alijo robado por ETA en Bretaña (Francia). La explosión tuvo lugar a las 7'40 horas en la calle Sierra de Aralar del barrio donostiarra de Loyola, donde el cocinero desayunó con unos amigos, como hacía habitualmente, en el bar «Etxarre», frente al cual había aparcado su coche.

Díaz García arrancó marcha atrás el automóvil, que estaba estacionado en batería a la altura del número 39, y al meter primera el mecanismo de activación de la bomba lapa hizo detonar la carga de dinamita que destrozó completamente el vehículo y a su ocupante, cuyos restos quedaron dispersos en un radio de varios metros. La fuerte explosión, que se escuchó en todo el barrio de Loyola, en el que también hay un cuartel militar, causó heridas leves a cinco personas que se encontraban en el lugar, en su mayoría con lesiones de oído y erosiones, algunas de las cuales fueron atendidas en un hospital de San Sebastián y dadas de alta poco después.

Los servicios asistenciales que se desplazaron al lugar encontraron el cuerpo mutilado, tendido en el suelo, y nada pudieron hacer por su vida. Varios amigos del fallecido explicaron que Díaz García era una persona «siempre dispuesta a ayudar», que «no tenía miedo» y que profesaba una gran pasión por el deporte de la pelota vasca, al que dedicaba su tiempo en el Club Deportivo Loiolatarra, del que fue presidente en otra época.