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La renuncia de Josep Borrell como candidato a la Presidencia del Gobierno abrió ayer una profunda crisis en el PSOE a menos de un año de las elecciones generales y a sólo un mes de las elecciones europeas, regionales y municipales, en un momento en el que los sondeos colocan al partido en el nivel más bajo de popularidad desde hace casi 20 años. Una decisión que obligará "tras quedar descartada la convocatoria de un congreso extraordinario" al comité federal del partido a decidir tras el 13-J si convoca nuevas elecciones primarias o designa a un nuevo candidato.

Cuando los desajustes que ocasionaron las primarias y la bicefalia entre el secretario general del partido, Joaquín Almunia, y el candidato a la presidencia del Gobierno, Josep Borrell, se consideraban zanjados y el partido empezaba a ofrecer una imagen de unidad, se reabre de nuevo el debate interno sobre la sucesión y la idoneidad de las primarias. De hecho, dirigentes afines a Borrell explican a quien quiere oirlo que los rumores sobre la implicación del ya ex candidato en el «caso Huguet-Aguiar» salían desde la propia sede socialista de Ferraz.

En cualquier caso, ayer mismo empezaron a escucharse de nuevo las voces de descontento. El ex vicesecretario general del PSOE Alfonso Guerra afirmó que «una gran parte, no todo» de lo que ha ocurrido con la dimisión de José Borrell «se debe a que al 34 congreso federal se le ha dado una solución que se ha visto que no era definitiva». Guerra criticó abiertamente el proceso de primarias establecido por el partido para designar a sus candidatos, y consideró que en el último congreso federal de los socialistas la solución dada «hoy se ve que no era definitiva, que no estaba realmente conseguida la representatividad que se quería».