Montse Ventosa, CEO y cofundadora de Happy Shifting, posa para este periódico. | Teresa Ayuga

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Montse Ventosa (Barcelona, 1973) ha trabajado desde los años 90 en recursos humanos, ocupando cargos de responsabilidad en grandes empresas y dirigiendo su propia consultoría. Su último destino fue la prestigiosa universidad Tec de Monterrey, donde fue presidenta de Talento, Cultura y Bienestar, puesto al que renunció el año pasado para invertir todos sus ahorros en montar, junto a su marido, el proyecto Happy Shifting, con el que propugna un cambio de paradigma en recursos humanos que presenta estos días ante una veintena de empresas en Mallorca.

Tenía usted un puestazo en el Tec. ¿Por qué lo dejó?
Ganaba mucho dinero, pero no era feliz. A mis 50 años tuve el tercer ‘burn out’ de mi vida. El primero fue en Inditex 20 años atrás; y el segundo, en Great Place to Work, 10 años después.

Es irónico que hasta la jefa de recursos humanos acabe quemada, ¿no?
¡Exacto! Vivimos una pandemia de malestar interior, y tiene mucho que ver con una cultura empresarial insana. La primera causa de absentismo laboral es la salud mental y la primera causa de muerte entre los jóvenes es el suicidio. El 85 % de la gente está desmotivada. ¡Hay que hacer algo para que estemos mejor en el trabajo!

En la empresa de un amigo mío han puesto cocinero y fisioterapeuta.
Va mucho más allá. Nos hemos centrado en ofrecer a los empleados fruta, clases de yoga o viajes, y no está mal, pero eso no es lo importante. Muchas empresas actúan como un padre que compensa su ausencia con regalos. Eso es cubrir la mierda con una capa de azúcar, y no se trata de eso. Se trata de crear un clima de confianza, bienestar y motivación.

Se dice pronto.
Es sintomático el hecho de que seguimos usando el término ‘recursos humanos’, que viene de la segunda revolución industrial y que es parte del problema. Hay que evolucionar y darle la vuelta a las relaciones personales en la empresa. La idea es: más humanos y menos recursos.

Póngame un ejemplo práctico.
Un directivo de una empresa en la que trabajé, al enterarse de que el marido de una empleada tenía problemas de salud, se reunió con ella para ver cómo podía ayudarla. El tratamiento era muy caro, así que la empresa le anticipó el dinero.

Seguro que esa empleada no abandonó nunca la empresa.
Se habla mucho de retener talento, pero hay que preguntarse para qué. Conocí una empresa norteamericana que pagaba a los empleados que decidían irse. La idea era que, a la larga, salía más barato que retener a alguien que no estaba feliz en su puesto, o que quizás su lugar no era ese.

¿Seguro que eso funcionaría en España?
Se trata de crear trabajos en los que la gente quiera estar. El concepto ‘happy shifiting’ se me ocurrió en contraposición al ‘down shifting’, una tendencia vinculada al movimiento ‘slow’ que habla de trabajar menos para reducir el estrés. Yo abogo por tomar las riendas, pasar de la queja a la acción y apostar por ser feliz trabajando. Sabemos que trabajar te puede amargar, pero también puede ser una fuente de crecimiento y bienestar. La ilusión y la motivación son la clave, y la neurociencia lo demuestra.

¿La neurociencia?
Hasta hace poco, se pensaba que el origen de la depresión, la ansiedad y el estrés era la indefensión aprendida. Las ratas de laboratorio sometidas a descargas eléctricas periódicas acababan paralizadas y se dejaban morir, y eso, aplicado a los humanos, nos habla de la desesperanza y la inacción ante una realidad que creemos imposible de cambiar. Por eso nos quedamos atascados en relaciones insanas o trabajos que no nos gustan.

Mucho más de lo que debiéramos
Pues bien, los últimos estudios apuntan que las ratas no se dejan morir porque hayan aprendido que están indefensas, sino porque no han aprendido que pueden cambiar su situación. Hay que fortalecer el circuito neurológico de la esperanza y la ilusión. Los padres, los colegios y las empresas deberían enseñar que la vida está llena de momentos duros, pero si crees que hay salida, la acabas encontrando.