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La OCB ha enviado el primer aviso a Marga Prohens y estaría bien que la presidenta pare un momento, vaya al rincón de pensar y reflexione si no estará haciendo algo mal para que miles de personas, muchas, muchísimas, salgan a la calle a pedirle que rectifique cuando no lleva ni siquiera un año al frente del Govern. Ayer fue un éxito rotundo de la OCB.  Ha ganado el pulso a Prohens  –con un poco de ayuda de Felipe VI y esa surrealista decisión de aupar a los negacionistas lingüísticos– y el PP volverá a equivocarse de nuevo si el portavoz de la formación, Sebastià Sagreras, comete el error que cometieron hace diez años y dice que la mayoría silenciosa se quedó en casa. Se quedó en casa, sí, pero en las siguientes elecciones votó silenciosa pero masivamente a la izquierda y provocó el mayor hundimiento de la historia del PP.

La presidenta y quienes le acompañan en este mandato saben por experiencia propia que remover el avispero del catalán pasa factura. Lo vieron en la presidencia del José Ramón Bauzá –el último zombie vivo de Ciudadanos, valga la paradoja–, y lo volverán a ver ahora si no se andan con cuidado porque atención al dato: la de este domingo ni siquiera era una movilización contra Prohens, sino la celebración de la Diada per la Llengua, la fiesta de la OCB. Si el ambiente se caldea y continúa, lo único que puede pasar es que este descontento vaya a más y que esta renovada OCB que dirige Antoni Llabrés gane finalmente la partida.

Las elecciones se ganan o se pierden porque quien gobierna logra movilizar a los suyos y consigue que los rivales se desmovilicen. Prohens ganó en 2023 por una combinación de ambos factores, pero sobre todo porque la izquierda a la izquierda del PSIB, es decir, Podemos, se quedó en su casa completamente desmovilizada. Este domingo estaban todos con la OCB porque este Govern moviliza a los rivales y eso es muy buena noticia para Francina Armengol (PSIB) Lluís Apesteguia (Més) y Lucía Muñoz (Podemos), pero muy mala para Marga Prohens. Vox moviliza a la izquierda. Mucho. Lo supo ver Pedro Sánchez, que se aprovechó de ello cuando convocó las elecciones generales en plenas negociaciones autonómicas entre PP y Vox. La presidenta del Govern deberá decidir entre el dilema que le ha planteado el presidente de la OCB: o elige la mayoría calmada que prefiere no tensar la cuerda de la lengua, incluidos sectores del PP, o elige a Vox y el camino a la perdición electoral.