Cristòfol Soler posa para este diario antes de la entrevista. | Pilar Pellicer

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Cristòfol Soler i Cladera (Inca, 1956) es economista y licenciado en derecho. Entre 1982 y 1996 fue diputado, conseller d’Economia i Hisenda en el Govern de Cañellas y su sucesor como President del Govern con el Partido Popular. Su propio grupo parlamentario le obligó a dimitir al cabo de diez meses de tomar posesión. En la actualidad es miembro de la Assemblea Sobiranista de Mallorca y presidente de la Obra Cultural Balear de Inca. Testigo de excepción de las relaciones de Balears con el Estado, Soler explica su transición desde presidente del PP a activista por la independencia.

¿La actitud del Partido Popular con la lengua era muy diferente con Cañellas o usted como presidente?

-Con Cañellas, cuando era conseller d’Economia i Hisenda, estuve en la comisión de cultura en el momento en que se redactó la Ley de normalización lingüística. Una ley como aquella, hoy sería imposible y dudo que el Constitucional la aceptase. Así de claro. Era otra época.

El actual Govern ahora defiende la unidad del catalán y su denominación, pero pacta la segregación lingüística con la ultraderecha.

-En mi discurso de investidura pronuncié la palabra «catalán» para referirme a la lengua propia. He sido el único. Cuando Aznar vino a hacer campaña electoral en el 96 y hablé en catalán me abuchearon los Bauzá, Campos, Delgado, etc, que ya estaban en el partido. Cañellas los tenía arrinconados. La ultraderecha ahora se ha desmelenado.

¿Como se pasa de ser el diputado más joven del Parlament con 26 años en un partido nacionalista español a ser un activista independentista con 67?

-Yo nací en una familia donde el nacional catolicismo había influido mucho. Estudiando económicas en Alicante ya descubrí lo que era el expolio fiscal. Cuando me convertí en conseller empecé a entender cómo funcionaba el Estado español y que nuestra capacidad de tomar decisiones era residual. Vi que hacían las cuentas para que cuadraran para una parte de España y que Balears siempre quedaba en la cola del reparto.

¿Eso como se traduce en dinero?

-5.000 millones de nuestros impuestos van a Madrid y no vuelven. Teniendo en cuenta que el presupuesto que maneja el Govern es de 7000 millones, se puede usted imaginar lo que supone. No se ha hecho ningún sistema de financiación autonómico digno. Aquí se escogen las regiones que tienen que ser beneficiadas y se aplica la fórmula para que salga ese resultado.

¿Cómo es el Estado por dentro?

-Me tocó negociar las transferencias y me pasé años viajando de Palma a Madrid. Era la época de Felipe Gonzalez con doscientos dos escaños. Tuve una reunión con un ministro en la que estaba presente un subdirector general (el cargo más alto al que puede llegar un funcionario). Al ver lo que el ministro acordaba, este alto cargo le espetó: «Señor ministro, esto que usted quiere conceder es imposible». Ver que un funcionario le decía a un ministro con mayoría absoluta lo que podía hacer o no me dejó marcado. Me di cuenta de que no mandaba el gobierno, que el poder en Madrid lo tienen otros y que no íbamos a poder financiar las transferencias que nos daban.

¿Estado profundo?

-Conocí el Deep State, pero todavía no calibraba las implicaciones que podía tener. En la tercera legislatura fui nombrado presidente del Parlament y me concedieron plenos poderes para elaborar el programa electoral en el que incluimos la normalización lingüística y la ordenación del territorio. La condición era que, en caso de ganar, lo íbamos a aplicar. Ganamos con mayoría absoluta pero Aznar no daba señales de vida. Fui a hablar con él y me dijo que el caso del Túnel de Sóller era una piedra en su camino. Que le dijese a Cañellas que tenía que dimitir.

Al cesar a Cañellas le plantean ser el presidente del Govern.

-Me lo propusieron tres veces y yo no quería. Al final acepté, pero puse como condición poder tirar adelante el programa electoral. Nadie me puso inconveniente hasta que pasó lo que pasó y me sustituyó Jaume Matas. Toqué temas delicados como la lengua y la ordenación del territorio que no gustaron.

No llego al año de presidencia...

-Diez meses en los que visite todos los pueblos y aldeas de todas las Islas. Entendí sus necesidades, que cada isla tiene su alma y se tiene que administrar a ella misma. Lo de Illes Balears es una entelequia. Al dejar la política empecé a leer sobre el nacionalismo español para entender qué era España y cómo se había constituido. Comprendí que aquel no era nuestro hogar y que no teníamos nada que hacer en él. Que éramos tierra conquistada, una colonia de la que se sacaba provecho y se descuidaba en pro de otras tierras.

¿Su intermediación entre Pujol y Aznar en los pactos del Majestic también pesó en su dimisión?

-Aznar quería poder aliarse con el nacionalismo vasco o catalán, como la izquierda. Pero en la junta directiva nacional del PP la mayoría estaba en contra. Parecía que eran ellos los que hacían un favor a Pujol. Tuvieron que intervenir primeras espadas como Fraga o Martín Villa defendiendo que durante una legislatura tenían que demostrar a los españoles que no iban a acabar con las pensiones o el PER. Fue el argumento final por el que se votó a favor. Pujol me preguntó si se podía fiar de «esa gente de Madrid» y me pidió que intercediera con Zaplana para asegurar el tema del catalán. Y un día me encuentro con esta portada del ABC: «El presidente Soler vende Baleares a Cataluña». Cuando vi que era imposible llevar adelante el programa electoral por un movimiento que hicieron Verger, Cañellas y Matas dentro del grupo parlamentario, simplemente, presenté mi dimisión. No valía la pena mi sacrificio personal si no podía ejecutar el programa electoral.

Y ahora es usted miembro de la Assemblea Sobiranista de Mallorca.

-Alemania hizo una transición y se deshizo de los altos cargos del nazismo. Aquí todavía tenemos a franquistas mandando en el estamento militar, la policia, las grandes empresas, los medios de comunicación y la mayoría de jueces son de derecha o extrema derecha. Para saber si existe el cielo tienes que morirte, pero yo ya he estado en el infierno. Perteneciendo a España nunca saldremos adelante, gobierne quien gobierne. Aznar demonizó la inmersión lingüística y siempre he pensado que lo de Bauzá fué una jugada programada desde FAES con todas sus consecuencias. No tenemos porqué estar dentro de un Estado que ni nos aprecia, ni nos quiere... Ni respeta nuestra lengua ni la respetará nunca, solo dicen que la respetan por conveniencia política. Y eso pasa en la derecha, en el centro y en la izquierda española. Son otro país distinto.