Cynthia Justiniano inyecta la aguja en un seno de silicona; al llegar hasta el presunto tumor se activa en la punta la formación de hielo que destruiría las células cancerosas. | M. À. Cañellas -

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Aunque suene paradójico el hielo puede abrasar. Cuando su temperatura es extremadamente baja provoca quemaduras, por ejemplo, en la piel. Ésta es la base de una técnica, más desconocida que novedosa, que tiene su espacio en el Congreso Europeo de Intervencionismo Oncológico ECIO 2024 que ha reunido a más de un millar de expertos en el Palacio de Congresos de Palma.

Estas condiciones ambientales extremadamente bajas se aplican a células cancerosas o tejido anormal, de forma localizada, y consiguen eliminar un tumor por abrasamiento. Es lo que se conoce como crioterapia o crioablación y lejos de ser algo nuevo, ya se aplica en hospitales como el de Son Espases.

Con esta técnica, «bastarían 20 minutos de hielo para abrasar un cáncer de mama localizado», explica Cynthia Justiniano, de la empresa IceCure, con representación en el congreso.
Pero no sólo es apto para el cáncer de pecho, también ayuda a los tumores de hueso, riñón, próstata, nervios, pulmón…

La mejor parte es el sistema que se usa. En el caso de mama se utiliza anestesia local. Una vez se anula el dolor, se mete una sonda donde está localizado el cáncer. En la punta de este aparato se crea una pelota de hielo que debe corresponderse al tamaño del tumor a tratar. «Lo pones en el centro y todo lo que se queda incluido dentro quedará abrasado por el hielo», explica la experta.
En su centro, el hielo puede alcanzar los menos 40 grados «y el nitrógeno llega a menos 170». Según el último estudio en cáncer de mama realizado por esta empresa y completado con los resultados a los cinco años del tratamiento, su eficacia es del 96,7 % en tumores de hasta 1,5 centímetros.

Pese a que el uso de la crioablación es cada vez más extendido, la parte negativa es que no se pueden tratar todos los tumores. «Esto es para quienes no aguantan una cirugía o para casos que no son operables», señala Justiniano, porque «no evita un tratamiento pero sí sustituye una operación».

En estos momentos, esta técnica se practica en la sanidad pública y en la privada. «Son 10 minutos, un ciclo, y otro segundo ciclo de seguridad. En media hora el paciente se pone un apósito y ya se puede ir», añade la doctora Gemma Sempere, médico especialista en Radiología del Hospital Universitario Son Espases y miembro del comité organizador local del ECIO 2024.

Diferencia

Este tratamiento forma parte de las técnicas de intervencionismo oncológico y, como el resto, es mínimamente invasiva. Se aplica una temperatura muy baja en la zona donde se localiza el tumor. Y esto es, precisamente, lo que diferencia este sistema del resto de terapias ablativas convencionales, como la radiofrecuencia o las microondas, que en vez de calor, se usa el frío.

Otra de sus ventajas es que la vía de acceso es percutánea, es decir, se hace a través de la piel, por lo que no deja cicatrices. Además, es una técnica que viene guiada por la imagen lo que facilita la precisión y la seguridad, al estar perfectamente localizadas las células o el tejido cancerígeno. Estas facultades o características llevan a pensar que la crioablación podría pasar a ser, no dentro de mucho, un tratamiento alternativo a la radioterapia convencional.