Fray Carlos Enrique Díaz y Obinna Nicodemus Okoye posan en la Casa de l'Esglèsia. | Pilar Pellicer

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Los de Fray Carlos Enrique Díaz Urbina y Obinna Nicodemus Okoye son dos de los casos que plasman los nuevos aires que acompañan al día a día del Bisbat de Mallorca, que incorpora nuevos perfiles llegados de otros países para compensar el envejecimiento del cuerpo eclesiástico tradicional. Ambos llegaron a la Isla a través de las relaciones con sus respectivos obispados o congregaciones, y en el caso del primero, apoyado en la figura de San Junípero y la motivación de conocer sus orígenes en su localidad natal: Petra.

Acompañados por el vicario general, Josep Adrover, comparten sus experiencias, sensaciones y todo lo que ha rodeado su llegada a un escenario muy diferente al de su formación como religiosos y sacerdotes. Fray Carlos procede de Chiapas (México) y es guardián, superior de la comunidad de los Franciscanos de Petra y vicario de la localidad; Okoye está al frente de la parroquia de Sant Pius X de Palma, en una zona en la que los contrastes culturales y las necesidades y los fieles o no resultan en ocasiones acuciantes.

Este último llegó a la Isla el 25 de agosto de 2016, «porque mi obispo me ofreció ser misionero en Mallorca y me entregó la carta para poder venir. Sabía que venía a un país diferente, pero mi mentalidad contempla trabajar en cualquier lugar», sin encontrar en la comunicación un obstáculo «pues crecí al norte de Nigeria, donde hay un dialecto propio», aunque al llegar a España reconoce que «no tenía ni idea del idioma, pero con la ayuda de Lluc Riera y Catalina Cabanellas y en el Estudi General Lul·lià, además de en la parroquia de Sant Josep Obrer, empecé a entenderlo». Tanto, que en dos semanas «empecé a concelebrar con Lluc Riera».

La llegada de Fray Carlos a Petra tuvo como aliciente extra «conocer el lugar de nacimiento de San Junípero, aunque mi destino iba a ser Cuba...», recuerda. Fue en septiembre de 2019 cuando apareció por la localidad del Pla. Lo hizo a medianoche, «literalmente», y al día siguiente «a las once de la mañana hicimos la misa de acogida. Todo el mundo nos dio la bienvenida y el obispo ofició la misa en mallorquín», que asimiló de inmediato para sus homilías, principalmente en la parroquia pues en el convento las misas son en castellano.

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Imagen de Obinna Nicodemus Okoye. Foto: Pilar Pellicer

Okoye también ha asimilado el mallorquín como lengua de comunicación en la parroquia de Sant Pius X, pese a iniciarse en Sant Josep Obrer. Allí se llevó «la primera sorpresa, pues en mi país la gente va a la iglesia regularmente, pero aquí lo hace poca...», además de apostillar que en Nigeria, estaba acostumbrado a que «quienes acuden los domingos lo hagan también entre semana», dice quien, además, es responsable de la comunidad nigeriana católica en Mallorca, que reúne a unas 150 familias.

«Con los feligreses, tenemos una buena relación», comenta Obinna Nicodemus Okoye, aunque admite que en la ciudad «resulta muy diferente a los pueblos», encontrando pie en su compañero, quien comparte algunas de sus primeras impresiones con el sacerdote de origen nigeriano. «Me chocó en primera misa ver a pocos fieles... aunque, por ejemplo, en los funerales se llena la iglesia y hay gente de pie y fuera. Aquí la fe es más reposada, una misa de más de media hora se le hace larga a la gente, lo notas», refiere Fray Carlos.

Ambos perciben «la necesidad de la gente», especialmente en el caso de Palma «donde vienen a pedir limosna, comida, ayuda en definitiva...», asegura Okoye. Algo que cuesta más de ver en la Part Forana «donde la pobreza parece que se nota menos». En el caso de Sant Pius X, reconoce Obinna que «la gente mayor es la que nos ayuda a llegar a atender a estas personas, además de la cofradía con la 'Operación Kilo'».

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Fray Carlos Enrique Díaz Urbina. Foto: Pilar Pellicer

El secreto para atraer y dar continuidad a los feligreses reside para Okoye en «darles amor, hacer que se sientan a gusto, acogerles bien. Incluso hay personas que, más allá de venir a pedir limosna, luego siguen acudiendo», afirma este estudiante a la vez de Derecho Canónico que anima a los jóvenes a que, «después de la primera comunión elijan el coro o sigan como monaguillos, que aporten a la iglesia y sintamos su presencia». Actualmente, Obinna cuenta que poseen un coro de nigerianos y nueve monaguillos, además de atraer a una comunidad fiel y numerosa como la filipina. «Incluso algunos de los pueblos vienen a Palma a misa», significa.

Un fenómeno similar ocurre con los mexicanos, que eligen Petra por la presencia de compatriotas, aunque lo que Fray Carlos Enrique Díaz apuesta por «integrarnos en el pueblo, en su vida; visitar a enfermos, a la gente mayor, convivir con las familias, con los 'quintos', incluso ir a los partidos de fútbol». Que la gente les salude por la calle es el fruto de esa labor, que les haga sentir como propios y un vecino más.

«Durante años, Mallorca enviaba a misioneros a África o América, y ahora parece que se ha girado la tortilla», señala durante el encuentro el vicario general, Josep Adrover, quien únicamente tiene palabras de «agradecimiento para ellos dos y todos los que vienen para ayudar, sumar y que muestran una actitud total y ejemplar» a la hora de conservar y expandir la fe en sus respectivas áreas de influencia, siendo muestras de esa globalización que ha aterrizado de lleno en el Bisbat de Mallorca y toda la iglesia de la Isla.