Joan Carles March, experto en Salud Pública y Medicina Preventiva. | Jaume Morey

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«Hay una información clarísima, las especies marinas que comemos llevan trocitos microscópicos de plástico, esto está claro, hay evidencia científica», sentencia Joan Carles March, experto en Salud pública y Medina Preventiva, «de lo que no hay evidencia es de cómo repercuten en nuestro cuerpo». Al hablar con él sobre las investigaciones realizadas sobre este material en los productos marinos destaca cinco productos diana. El primero, la sal: «Hay un estudio de la Universidad de Alicante que advierte de la presencia de plástico al sazonar los alimentos. También hay otros hechos en países asiáticos, como los de Greenpeace, que descubrieron que hay plástico en un 90% de las marcas de sal».

El segundo alimento en el que se ha probado que hay microplásticos es en los mejillones, almejas y chirlas. «Un estudio de la OCU demostró que había un 71% de microplásticos en los moluscos que analizaron, por lo tanto es normal que al consumirlos ingiramos también estos plásticos». Un tercer producto que contiene estas trazas del material son las gambas: «Hay algún estudio que habla de que más del 60% de las gambas que se analizaron contenían microplásticos, incluso se decía que las gambas peladas tienen una menor acumulación que las no peladas, ya que se acumula el plástico en el aparato digestivo, que es lo que solemos chupar».

El cuarto producto marino, el que más preocupa estos días a todo el mundo, es el pescado. Juan Carles explica que otro trabajo académico hecho en Portugal demostró que el 20% de los diferentes pescados que se investigaron contenían microplásticos. Dentro del estudio destacaba la sardina y el bacalao, ya que en las dos especies se encontraron indicen mayores de plástico con respecto a las de otros tipos. En concreto, la diferencia suponía un incremento que rondaba un 15% más. Por último, la otras sustancia analizada por los investigadores es el propio agua. Un estudio realizado por EEUU analizó el agua potable de diez países distintos, encontrando microfibras de plástico en el 83% de los casos.

Existen muchos más trabajos que hablan sobre las cantidades de plástico que ingerimos en nuestro día a día, como el de la WWF, que alerta de que consumimos cinco gramos de esta sustancia a la semana. «Me parecen niveles muy altos respecto de otros estudios», dice Joan Carles, «todo esto me hace pensar en lo que dice la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición sobre que no hay consenso en la bibliografía sobre las concentraciones detectadas», añade. Pese a las discrepancias académicas, lo cierto es que consumimos plástico, pero ¿Hasta que punto es perjudicial para la salud humana?

Falta de investigación

Ante esta pregunta, el experto explica que «no hay evidencia de ninguna enfermedad haya aumentado por culpa de los microplásticos». «Se sabe que probablemente hay un riesgo, pero no hay datos suficientes sobre su afectación. Todo parece indicar que hay una serie de componentes que seguramente afectan a la salud humana», continúa. Por tanto, los efectos nocivos «son desconocidos y precisan de mayor investigación», asegura. «Este incremento de plástico en el agua y el mar es una amenaza hipotética, que hay que combatir trabajando por la eliminar de su presencia y estar pendientes de cómo afecta a la exposición humana».

Según su criterio, lo que se necesita en el caso concreto de los pellets es realizar un análisis de los alimentos del mar (peces, moluscos, sal, etc.) de las zonas afectadas y compararlas con zonas donde no haya habido acumulación de estos plásticos para ver cómo influye en la salud humana. Además, hay que tener en cuenta que los pellets «tienen otros efectos que no son alimentarios, sino cutáneos y hormonales». Los microplásticos en general pueden actuar como disruptores endocrinos, que imitan a hormonas. Un ejemplo de ello, son los plaguicidas que se usan en zonas de cultivo bajo plástico, como Almería. En este caso una exposición prolongada a los disruptores pueden provocar infertilidad, problemas de neurodesarrollo de los fetos, entre otras afecciones. Joan Carles subraya que es solo una valoración y que no implica que los pellets tengan esta capacidad, solo que existe la posibilidad.

Con la información de la que se dispone sobre la mesa y bajo la premisa de que ya consumimos trazas de plástico de manera no intencionada en nuestro día a día, no se puede afirmar categóricamente que exista un riesgo hipotético de comer pescado gallego. La clave está en entender que ese mismo pescado no es más peligroso que cualquier otro, ya que el de otras zonas también puede ingerir o ingiere plástico de forma habitual. Eso no quita que se deba seguir muy de cerca el caso de los pellets para conocer las consecuencias a medio plazo en la salud humana.