Parte de las familias que viven en el centro social Sojorn, entre ellos recién nacidos. | Pilar Pellicer

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María Eugenia Acosta y Damián López tienen tres hijos, dos de ellos gemelos recién nacidos. Es una familia argentina asentada en Palma desde hace poco. Cuentan con un respaldo económico suficiente para vivir. Todo parece perfecto, hasta que se topan con una realidad. «A la hora de buscar piso en Mallorca, todos nos preguntaban si teníamos hijos, y al decir que sí, no nos aceptaban. Con menores, estamos condenados a que nadie nos alquile en la Islas», lamentan.

Esta es la radiografía de la situación de la vivienda en la Isla y en el resto del archipiélago: una gran crisis habitacional que llevan denunciando diversas entidades y asociaciones. Hace medio año que el espacio de acogida temporal Sojorn, que forma parte de la parroquia de la Mare de Déu Montserrat del Rafal Vell, ya no es temporal y ya no hay jóvenes como antaño. «Ahora solo podemos acoger a familias con hijos. Nos llegan muchas y ante esta necesidad, son una prioridad», argumenta el párroco Jaume Alemany.

El centro afronta una lista de espera de 12 personas. Actualmente están completos. Dan cobijo a 45 personas. Casi todas, padres y madres con hijos. Por eso, han tenido que modificar las habitaciones. En ellas, conviven familias de hasta cinco miembros. Los usuarios que llegan solos comparten misma habitación con otras personas para así dejar el máximo de cuartos a los matrimonios con niños. La casa actualmente tiene 22 espacios para dormir, repartidos en tres pisos, y cada planta cuenta con baños, una cocina y un comedor. «Si está así de limpio es porque en esta casa reforzamos la colaboración entre todos. Es importante para llevar cierta armonía», destaca una de las encargadas de Sojorn.

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María Eugenia, Damián y sus tres hijos en la habitación donde viven. Foto: Pilar Pellicer

María Eugenia Acosta y Damián López, el matrimonio argentino, jamás se hubiesen imaginado acabar así. Con la llegada de los dos gemelos, la situación empeoró porque en ese momento su anterior casero no les quiso renovar su contrato de alquiler después de un año y medio viviendo en su piso. Por esta razón tocaron la puerta de Sojorn. «Contactar con Jaume fue como una luz de esperanza», expresan María Eugenia y Damián.

Paula Uhlakova, de 22 años, y su madre Jala Uhlakova lo tuvieron todo y lo perdieron de un día para otro. Una estafa en el piso donde estaban alquiladas les dejó sin nada en 2016. Aunque dicen que ganaron el juicio, «no hemos vuelto a saber nada de nuestras pertenencias».

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El párroco Jaume Alemany describe esta situación que vive de «emergencia». Foto: Pilar Pellicer

Durante estos últimos años, ha enlazado contratos de alquiler temporales, porque relata que «cada vez que llegaba verano, me cancelaban el contrato para alquilar el piso a turistas. Se aprovechan». «Estoy traumatizada por la vivienda en la Isla. No nos podemos ir a la Península, donde los pisos son más baratos, porque aquí tengo el trabajo y mi hija estudia en la UIB», asegura esta madre soltera. Cuando les echaron del último piso en plena pandemia, Jala cuenta que tuvieron que dormir en el coche durante dos meses. En Sojorn entraron en 2021.

De la calle al centro

Abdull Khalil Shahir, su mujer Farirah Sahir y sus hijos Dariush (4) y Daniel (15 meses) son refugiados afganos que, de tener un lugar donde dormir, pasaron a dormir durante un día en la calle cuando acabaron su acogida en la Fundación Sant Joan de Déu. Según su versión, no tuvieron tiempo de buscar un piso. Por suerte, un amigo les acogió hasta hace seis meses, desde que viven en una habitación en Sojorn. «Cada vez que llamo para ver un piso, piden contrato de trabajo y muchas fianzas. En una me pedían 5.000 euros. Yo no tengo ese dinero. No lo estamos pasando bien, pero al menos tenemos este sitio para dormir», die Abdull.