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Este domingo se celebra el Día Mundial de las Personas con Discapacidad y varios profesionales, entre empresarios, sanitarios y emprendedores, con capacidades distintas, comparten sus batallas y su camino personal para perseguir sus sueños y convertirse en los profesionales que siempre han querido ser y que son actualmente.

Las cifras indican que hay más de 55.000 personas con discapacidad en Balears. En lo que va de año, se han registrado un total de 9.648 solicitudes de valoración por una discapacidad en el conjunto de Islas. En este reportaje, personas con discapacidad física o intelectual explican cómo impacta su diagnóstico en el día a día.

Casi todos los entrevistados aseguran que todavía hay mucho estigma en la sociedad y que la accesibilidad no llega para todos de la misma manera. Por eso, han querido reivindicar que la discapacidad no entiende de barreras, o no debería entender, aunque la realidad dista mucho de lo que se quiere conseguir. María Rosa Bretal, Daniel González, Mireia Mendoza, Diego López, Joan Antoni Bergas, Natalia García y Ainhoa Iscar son los protagonistas de estas páginas. La mayoría padecen un tipo de discapacidad desde que nacieron. Pero, sin duda, no ha sido un impedimento para encontrar trabajo. Y todavía mejor: para encontrar el trabajo que más les gusta, aunque no todo ha sido un camino de rosas.

Las ayudas de las entidades sociales se vuelven fundamentales para orientar la vida de las personas con discapacidad en el mundo laboral. El IB-Salut, Esment, el centro Mater y la La Unión de Asociaciones, Centros y Federaciones de Asistencia a Personas con Discapacidad de Baleares (Unac) han hecho posible conseguir estos testimonios para conmemorar el Día de las Personas con capacidades diferentes.

Diego López, empresario y persona sorda

«Uno puede alcanzar sus sueños, pero hay que utilizar bien los recursos para tener éxito»

Diego López, 58 años, se quedó sordo cuando tenía dos años y medio. En ese tiempo no había escuelas preparadas para este colectivo, así que tuvo que apañárselas en su colegio ordinario, de personas oyentes. A través de la lectura de libros, aprendió a leer los labios y a desarrollar el lenguaje español. De hecho, se comunica así. No sabe lengua de signos. Diego supo coger bien los trenes que pasaron por su vida. Estudió Empresariales en la UIB, pero tardó mucho en sacarse la carrera. Mientras tanto, encontró trabajo como contable en Creu Roja y le gustó tanto que con el tiempo llegó a ser director financiero. Con 34 años ya acabó la carrera que tanto le pesaba. Estaba casado y con dos hijas. «Mi paso por Creu Roja lo recuerdo como un proceso de crecimiento muy grande». Diego continuó formándose y le llamaron para un cargo como gerente en una empresa de distribuidora. «Cada uno tiene que saber cuáles son sus limitaciones. Yo era consciente de las mías», opina. En su caso, no se ha sentido rechazado porque «siempre he avisado de que soy una persona sorda», confiesa. Al poco tiempo montó junto a un socio la empresa Nartha, que ofrece servicios de mantenimiento. «Siempre digo que uno puede alcanzar sus sueños pero hay que utilizar bien los recursos para tener éxito», dice Diego.

Joan Antoni Bergas, técnico de ambulancias con discapacidad psíquica

«Siempre me ha gustado conducir, y puedo decir que he cumplido mi sueño»

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Joan Antoni Bergas, de 45 años, es técnico de ambulancias desde 2006. Toda una vida involucrado en la conducción que le ha valido el reconocimiento de sus compañeros de oficio. «Desde pequeño me llamaba la atención esta profesión. Además, siempre me ha gustado conducir, por lo que puedo decir que he cumplido mi sueño», comparte risueño. Joan Antoni tiene una discapacidad intelectual del 33 % por padecer epilepsia. A pesar de ello, ha conseguido todo lo que se ha propuesto. Por ejemplo, cuenta con «todos los carnets de conducir hasta el C», una formación de técnico de auxiliar de enfermería; ha estudiado, además, para ser técnico de transporte sanitario en la Creu Roja y ahora está formándose en emergencias sanitarias. «Lo único que me diferencia de una persona sin discapacidad es que yo tardo un poco más de tiempo en sacarme las cosas», dice Joan. En su caso, sí ha sufrido discriminación. De hecho, se vio en la necesidad de esconder su discapacidad para que no le infravalorasen hasta que, finalmente, lo comunicó a la empresa en 2019. Joan es independiente, vive solo y se comprará una autocaravana.

María Rosana Bretal y Mireia Mendoza, discapacidad visual y auditiva

«La mayoría de la discriminación aparece por las barreras de la comunicación»

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María Rosana Bretal, 47 años, ha trabajado prácticamente toda su vida laboral como funcionaria. Pero a los 41 le detectaron el síndrome de Usher, una enfermedad que degenera la visión. Su vida cambió pero, como ella misma expresa, «me acostumbré y seguí para adelante». Su amiga, y socia, Mireia Mendoza, de 30 años, nació con una discapacidad auditiva. Debido a que fue a un colegio ordinario, aprendió la lengua castellana y a leer los labios. No fue hasta hace cinco años que aprendió la lengua de signos. Siendo muy joven, nada le detuvo. Ha trabajado en muchos oficios, desde dependienta, hasta vendedora de cupones de la ONCE. Estudió un ciclo medio de Estética sin ningún tipo de adaptación. Tanto Mireia como María Rosana constituyeron en 2021 la Asociación de Peronas Sordociegas de Balears (Asocide), para ayudar y orientar a otras personas con la misma discapacidad. Como expresan ambas, «la mayoría de la discriminación aparece por las barreras de la comunicación», y todavía sienten que la sociedad no avanza en la inclusión total, como tampoco la Administración. Mireia tuvo la idea de montar la entidad porque en un congreso a nivel nacional supo que en Balears no había ninguna asociación íntegra para este colectivo. Este proyecto que comparten ambas no es solo su pequeña gran ilusión, sino que demuestra que cualquiera, a pesar de la capacidad, puede llegar a hacer grandes cosas.

Daniel González, síndrome de Down, camarero en Melià

«El consejo que daría a personas como yo es que no tengan miedo y que trabajen»

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Le preguntamos a Daniel González, de 34 años, que qué consejo le daría a jóvenes con Síndrome de Down que tienen miedo de entrar en el mundo laboral, por si sienten que le discriminan. A lo que Daniel responde: «Y por qué deberían tener miedo? El consejo que les daría es que no lo tengan, que sean valientes y trabajen bien. La sociedad es buena». A su edad, es un camarero muy querido para Melià Hotels International. Es fijo discontinuo y en los meses de invierno aprovecha para seguir cogiendo experiencia en el Café Palmanova, de Esment. Para Daniel, trabajar como camarero «es un sueño cumplido». Y se siente «muy bueno como empleado», y sigue los pasos de sus responsables. Además, es capaz de hablar un poco en inglés para poder comunicarse con los clientes extranjeros. «Alguna vez me han discriminado pero muy poco. Yo intento tratar muy bien a los clientes y a veces me lo han recompensado con propias», bromea. Ahora, Daniel está ahorrando para viajar. Dice que le gustaría invitar a sus padres a un crucero. Pero de momento, afronta con mucha ilusión estos meses que trabajará en la cafetería hasta que empiece la temporada turística en el hotel.

Natalia García, funcionaria con discapacidad psíquica

«El camino para nosotros puede ser complicado, pero lo importante es llegar a la meta»

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Natalia García, de 34 años, tuvo que pasar por varios oficios hasta encontrar su vocación. En 2018 consiguió una plaza como funcionaria (subalterno) en la Conselleria d’Agricultura, Pesca i Medi Natural. Y en 2022, se presentó a otra oposición, que aprobó, para subir de categoría y ahora está a la espera de que le asignen su nueva plaza. Natalia tiene una discapacidad intelectual del 33 %. En el colegio, tuvo la ayuda de logopedas y pedagogos que le impulsaron a formarse más y a trabajar siendo muy joven. Sus primeros años laborales los pasó en el Aeropuerto de Son Sant Joan. Por aquel entonces, ya estaba con Amadip Esment, entidad que le ha orientado en su carrera profesional. A pesar que en el aeropuerto no tuvo sus mejores experiencias, sí que recuerda su etapa como personal de movilidad reducida: «Ese trabajo me ayudó mucho a cambiar mi mirada y madurar. Me enseñó a aceptar lo que cada uno tiene porque hay otras personas que pueden estar peor». En la Conselleria entró en 2020, en plena pandemia, y poco a poco se ha ganado la confianza de su equipo. Natalia se supera cada día porque «aunque el camino para nosotros puede ser complicado lo importante es llegar a la meta».

Ainhoa Iscar, enfermera con discapacidad física

«Nunca me sentí discriminada hasta que empecé en el mundo laboral, pero nunca me dejo influenciar»

Ainhoa Iscar, de 34 años, nació con espina bífida (afección en la columna vertebral). A pesar de estar sentada en una silla de ruedas, eso no le ha frenado. Al contrario. Le ha llevado a cumplir su sueño: ser enfermera. «En el colegio, ni nunca, me he sentido discriminada por mi enfermedad hasta que empecé el mundo laboral. Por eso fue tan duro para mí, porque yo me he criado en un ambiente totalmente normalizado. La gente ha llegado a cuestionar cosas de mi carrera», lamenta. Ainhoa entró en la UIB por nota. No tuvo ninguna ayuda por su discapacidad. Cuando acabó la carrera, comenta que «contrataron a toda mi promoción menos a mí». Algo que le ha servido para aprender, y no rendirse, hasta ser hoy enfermera de Pediatría de un centro de salut de Palma. «Yo vivo sola, conduzco desde los 18 años... La silla la llevo en el culo, no en la cabeza», quiere dejar claro para aquellas personas que juzgan. Ainhoa, además, ha recorrido mundo como voluntaria. Estuvo en Ecuador, en Ruanda y en República Dominicana. Uno de sus consejos que comparte es «primero saber nuestra limitaciones, por lo que me da igual lo que el resto opine. Nunca me he dejado influenciar por nadie».