Nelia Sánchez, sentada, y Silvana Corso. | Pere Bota

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Cuando Silvana Corso empezó a diseñar fórmulas de aprendizaje inclusivas en su instituto, ubicado en Fuerte Apache, un barrio vulnerable de Buenos Aires marcado por la violencia y las drogas, jamás pensó que acabaría siendo una referente internacional en este campo. En 2016 fue finalista del Global Teacher Prize, considerado por muchos como el Nobel de la educación. Fue, además, la primera persona a la que le permitieron hablar en castellano en ese certamen.

Como profesora de Historia, siempre fue sensible con la complejidad individual de sus alumnos porque tuvo problemas cuando estudiaba en Primaria. Su maestra la llamaba ‘tortuguita’ porque le costaba aprender; desde entonces, dedica toda su energía a desterrar estas etiquetas de las aulas y que la mirada inclusiva deje de ser «contracultural», como dice Corso, porque cuestiona el modelo tradicional. La prematura muerte de su hija, con tan solo 9 años, y que nació con parálisis cerebral, la animó a especializarse en cómo enseñar sin excluir a nadie.

Tras 14 años al frente del instituto porteño, Corso se hizo más conocida a través de una charla TED, hecho que la ha llevado a trabajar para el Ministerio Educativo argentino, con el fin de formar a docentes. Ha recorrido toda Latinoamérica, además de Portugal y España. Estos días ha estado de visita por las Islas, con motivo de las Jornades Balears per la Inclusió. Tras visitar Menorca, el martes llenó el acto de clausura en Palma organizado por la Federació d’Associacions de Pares i Mares d’Alumnes (FAPA) de Mallorca. «En la provincia de La Pampa llevan siete años de transformación para que todos los alumnos sean educados en la escuela ordinaria», explica Corso, defensora de que los estudiantes con autismo, cuadros psiquiátricos o cualquier otra discapacidad no estén separados del resto de compañeros.

«Lo que trabajo es un cambio de mirada, que sea universal, para hacer de la excepción la regla», comenta. «Primero hay que concienciar y luego encarar el desafío de que aprendan, que es lo más complicado, pero posible», continua, y señala que «no se pueden vender recetarios sobre cómo hacerlo, porque en la inclusividad no hay certezas». Cada alumno es un mundo, y cree que para transitar hacia una «pedagogía de la ternura» es vital la vocación del profesor.

«Tenemos una administración que cuestiona la presencia de los alumnos según sus capacidades», lamenta Nelia Sánchez, madre de un hijo con parálisis cerebral y miembro de la Comisión de Inclusión de FAPA. «En Infantil le negaron apoyo, indirectamente te echan. El camino no es abrir aulas especiales, como promete el Govern, sino abordarlo en los centros ordinarios, cada alumno a su ritmo», defiende, y pone como ejemplo la transformación en la que trabaja el Centre d'Educació Especial Joan Mesquida de Manacor, que transita para ser un colegio ordinario.