La educadora Diana Al Azem en una imagen cedida. | ELENA SOL

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Diana Al Azem (Granada, 1977) es profesora de inglés en un instituto y fundadora del portal Adolescencia positiva, que busca ayudar a las familias a sobrellevar esta etapa vital, a menudo conflictiva. Cuenta con más de 330.000 seguidores en Instagram, donde resuelve dudas tan dispares como qué hacer si tu hijo viene a casa con un chupetón en el cuello o te compara con otras madres. Acaba de publicar AdolescenteZ de la A a la Z y el sábado participa como ponente en el III Foro de Educación que organiza Mallorca Emotions en el Auditorium de Palma.

Los adolescentes, ¿lo tienen más difícil ahora que hace 30 años?
—Diría que sí. Se han perdido capacidades que los de mi generación desarrollamos de pequeños. La atención es una de ellas, porque ahora, los jóvenes, no son capaces de atender a las explicaciones de más de cinco minutos y, a la larga, esto les perjudica en el ámbito académico y personal. La irrupción de las nuevas tecnologías, su rápido despliegue y que muchos padres no hayan podido asimilar cómo educarles en su buen uso provoca que muchos acaben en una adicción que es igual a cualquier otra, ya sea droga, alcohol, apuestas o pornografía. No saber utilizar las nuevas tecnología de forma responsable lleva a peligros como el ciberacoso o copiar lo que ven en el porno.

¿Cómo disminuir el uso abusivo de las pantallas?
—Lo primero es que los adultos seamos conscientes de cómo se pierde el tiempo viendo ‘tiktoks’ o ‘reels’. Cuando lo seamos, podemos instalar controles parentales en sus móviles. Desde el principio hay que dejarles claro cómo hacer un buen uso y advertirles del impacto que puede tener compartir una foto intima con el novio de turno para evitar que llegue a quien no debe. Son cosas que no nos planteamos que puedan pasar, pero el peligro existe.

¿Es un error educar a los hijos a la contra de cómo lo hicieron nuestros padres?
—Hacen falta límites, todos los necesitamos. Se ha confundido el flexibilizar los hábitos con los hijos con el volvernos permisivos. Deben de conocer los límites, de lo contrario estarán perdidos.

«Edúcale para que quiera abandonarte», nos aconseja.
—La entiendo en el sentido de que los hijos, el día que terminen su formación, vuelen del nido. Ahora existe una gran sobreprotección, que puede impedir que se marchen de casa. Hay que educarles para que quieran abandonarte incluso en el sentido económico. Si le compro todo, le pongo un piso o coche, no se molestará en buscarse la vida.

¿Cómo hacerlo si la edad media de emancipación en España supera los 30 años por la precariedad y el alto coste de la vida?
—Es complicado, pero también sé de gente cercana que con 18 años no se levanta de la cama por 800 euros. En mi primer trabajo recuerdo que gané 40.000 pesetas, unos 240 euros. Pero en mi casa no mes los daban y los necesitaba.

¿Por qué que libertad y disciplina son claves para educar?
—Cuando hablo de libertad me refiero a poder cometer errores. Los jóvenes no tienen miedo a fallar, pero sí a decepcionar. Hay que seguir dándoles libertad para equivocarse y que aprendan de ello. Si no lo hacen con esta edad, luego les costará mucho más cuando les deje una pareja, le despidan o no les vaya bien en el trabajo. Libertad para sentir. Debemos evitar el ‘no llores’ y el ‘no te enfades’. Todo esto tiene que ir acompañado de una educación basada en la disciplina: las cosas no llegan solas, alguna vez sí, pero no todas.

En las redes somos meros espectadores de otros. ¿Cómo afecta en la educación de los jóvenes?
—Es interesante saber cómo funciona el cerebro, que siempre busca la mejor fórmula para no gastar tanta energía y prefiere una actividad que no requiera esfuerzo. Vivir nuestra vida a través de lo que hacen otros solo implica estar sentado, le damos dopamina al cerebro, entretenimiento, pero eso implica quedarse en casa. A través de una pantalla no se pueden leer las emociones y hay que enseñarles que así uno pierde la vida.

¿Cómo evitar que se conviertan en ermitaños digitales, asilados en su habitación?
—La adolescencia es una etapa en la que queremos experimentar nuevas sensaciones. Como padres y profesores, debemos mostrarles que lo que hay fuera de la pantalla es más atractivo. Si a mi hijo le digo de ir a dar un paseo no querrá, para él eso no es atractivo. En cambio, si le ofreces ir en kart, visitar una granja o montar a caballo, seguro que querrá porque es más estimulante. Hay que despertar su curiosidad porque la pantalla se la resuelve fácilmente.

¿Hablar con claridad sobre el sexo y las drogas es una vacuna contra las malas prácticas?
—Solemos creer que con decirles que se pongan un preservativo es suficiente, pero eso no es educar en la sexualidad. Se requiere afectividad y respeto hacia otras personas y uno mismo. Hay que advertir mucho sobre este tema, adaptándonos a la edad de nuestros hijos. La sexualidad y el porno no tienen nada que ver con la realidad porque es ficción. Ahora hay menos pudor, pero se nos olvidan ciertos aspectos de la sexualidad en los que no caemos