Aaron Alorda, en una imagen tomada en Palma antes de la entrevista. | Pilar Pellicer

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Aaron Alorda (Valldemossa, 1993) obtuvo el pasado junio el doctorado cum laude en la Universitat Autònoma de Barcelona por su tesis Retroalimentación de descargas submarinas de aguas subterráneas sobre los servicios ecosistémicos (título original en inglés).

¿En qué consiste en su tesis?
—En la comparación de las descargas de aguas subterráneas en el mar entre Mallorca y Salento, que es la comarca que podemos identificar como el tacón de la bota italiana. Tienen en común que son dos regiones mediterráneas con una hidrología cárstica y no tienen ríos superficiales. Las dos regiones dependen de sus aguas subterráneas. Sin embargo, mi tesis va más allá del estudio físico de estas descargas y se adentra en los impactos sociales y en los aspectos culturales. De estas descargas, trato la provisión de agua dulce que han supuesto, la regulación biológica que representan en los ecosistemas marinos y su vertiente social y cultural, entre ellas mitos, leyendas y la propia toponimia.

¿Por ejemplo?
—Bueno, en Mallorca tenemos varios Dolç, no sólo la conocida playa de ses Salines, y el popular topónimo de s’Aigo Dolça, en Palma. De aquí, efectivamente, sólo queda el nombre, pues la surgencia quedó tapada con la construcción del Passeig Marítim.

Así pues, son un patrimonio.
—Indiscutiblemente. Considero que son, a la vez, un patrimonio natural e histórico que vale la pena conservar y documentar. Con las descargas subterráneas existe una herencia cultural, una información que se ha transmitido de generación en generación. Muchas de las personas que he entrevistado conocen los puntos de descarga gracias a sus abuelos, sus padres, sus tíos...

¿Cuántas descargas subterráneas tiene localizadas en Mallorca?
—Más de 140. Aunque ahora son unas grandes desconocidas, estas descargas subterráneas aprovisionaban a la población local de agua dulce para beber o regar. En algunos de estos puntos todavía se pueden encontrar pequeños ribells de cerámica para recoger el agua. Especialmente los pescadores, sabían que allí podían obtener agua dulce. Igualmente, las descargas subterráneas aportaban nutrientes a sus zonas marinas, lo que suponía la afluencia de determinadas especies pesqueras. En Salento, las zonas de descarga se aprovechaban para limpiar mejillones o para crear piscifactorías. En los años 60 y 70, con la aparición del agua corriente y una actividad pesquera profesional que iba a menos, los puntos de descarga empezaron a ser ignorados. No obstante, se mantiene un cierto conocimiento porque siguen siendo utilizadas por la pesca recreativa y ha surgido un interés turístico.

¿Puede detallar ese interés turístico?
—Ya hay webs turísticas que explican que hay determinados puntos de Mallorca donde el agua costera es más fría y hay clubs de submarinismo que llevan allí a sus clientes. Es la consecuencia de la globalización.

Ha hablado de afluencia de especies por la presencia de esas descargas.
—Sí. Una descarga de agua dulce subterránea en el mar no gustará a unas especies, pero atraerá a otras. Por ejemplo, el Caló de ses Llisses, en Calvià, debe su nombre a la presencia de esa especie, atraída por la existencia de una descarga de agua dulce.

¿Cuál es la mayor descarga subterránea de Mallorca?
—Indudablemente, sa Costera. Es el caso más evidente, hasta el punto de que ha sido objeto de una megainfraestructura hidráulica para aprovechar y transportar su caudal.

Ha estudiado particularmente los efectos de la depuradora de Cala Deià.
—Sí. Al igual que en Cala Santanyí, periódicamente se producen episodios de bloom -proliferación- de fitoplancton, que da lugar a la coloración verde del agua, que no es precisamente atractiva. El caso de Cala Deià está claramente afectado por el funcionamiento de la depuradora, cuyas aguas tratadas son introducidas en pozos de inyección, de ahí pasan al acuífero y de ahí a la cala por descarga subterránea. Los blooms de fitoplancton son fenómenos naturales, pero la luz, la temperatura y los nutrientes de depuradora son los ingredientes perfectos para favorecerlos.

¿Solución a estos casos?
—No existe una gestión integrada de las aguas subterráneas y las costeras. Se insiste en actuaciones por separado. Conociendo cómo funcionan estos procesos naturales, la gestión sería mucho más eficiente.

¿Hay algún precedente de ello?
—En Hawái. Allí, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos determinó que las actividades sobre los acuíferos se estaban proyectando en la costa, por lo que se imponía una visión integral de los dos sistemas. Si en Balears estamos ofreciendo aguas cristalinas como reclamo turístico, habría que hacer un esfuerzo en la visión y la gestión integrales. Evidentemente, la afectación de la calidad de las aguas de baño por el funcionamiento de las depuradoras no sólo ocurre en Cala Deià o Cala Santanyí. También se da en muchos otros sitios. En Cala Deià se ha detectado la presencia de amonio, que se vincula normalmente a los fertilizantes. En los alrededores de Cala Deià no se practica la agricultura, al menos la que usa fertilizantes. Ese amonio procede de las aguas fecales tratadas en la depuradora.

Cuando precisamente las depuradoras se construyeron para garantizar la calidad de las aguas de baño.
—Sí, pero la población local y el turismo se han multiplicado. Hay una mayor presión y la mayoría de las depuradoras se construyeron hace 20 ó 30 años. No digo que no estén cumpliendo su función, pero están llegando al límite.