El pleno del Ajuntament de Palma este sábado durante la investidura de Jaime Martínez como nuevo alcalde. | Jaume Morey

TW
5

La mayoría de políticos sí que son una caricatura, un retrato teatralizado de lo que su partido dice ser. Por mucho que la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, lo negara hace unos días antes de marcharse tras la debacle electoral de su formación, Ciudadanos. Es más, lo son porque es algo que va con el cargo, especialmente si está vinculado a instituciones más mediáticas, como el Congreso y el Senado. Minimizar la riqueza emocional de cada individuo y enmarcarla dentro de unos límites comunica mejor, pero oculta la realidad. En los pueblos, sobre todo los más pequeños, esta exigencia autoimpuesta se disipa.

Villacís, en un acto de liberación tras ver frustrado su futuro político, se despidió revelando las «vergüenzas» del resto de concejales. «A muchos de ustedes les he escuchado decir ‘Me cae bien alguien de Vox’. Y no pasa nada», dijo, y admitió que le había prestado sus pantalones de embarazada a Rita Maestre, de Más Madrid. Este sábado, en la investidura del nuevo alcalde de Marratxí, Jaume Llompart (PP), un hombre se acercó a Andreu Serra (PSIB) y Toni Gili (Vox), que estaban charlando. «Sois muy amigos», les dijo en tono amistoso, y ambos quedaron mudos.

Noticias relacionadas

El viernes, durante la recogida de credenciales en el Parlament, Llorenç Galmés (PP) y Cosme Bonet (PSIB) se dieron un emotivo abrazo. Estas muestras de cercanía, e incluso de afecto, son fruto de las horas que los políticos, de cualquier partido, pasan juntos en los plenos, comisiones y actos protocolarios. No es algo que escondan, pero la inmensa mayoría de la ciudadanía no llega a ver estas cosas. Lo único que percibe es la crispación que interpretan en sus discursos para captar votos, y que es amplificada por los medios. Aun así, es una irresponsabilidad que los políticos sepan hablar mejor a la espalda que a la cara, como lamentó demasiado tarde Villacís.

El PP ha decidido pactar con Vox en decenas de alcaldías españolas, cuatro de ellas en Mallorca: Calvià, Alcúdia, Marratxí y Llucmajor. Las ideas de sus socios llevan la caricaturización política hasta el extremo, lo que solo fomenta más la polarización. El problema se dará cuando haya gente que, ajena a lo que ocurre tras el telón, imite en serio estos comportamientos. El intento de asalto a la Delegación Territorial de Salamanca fue un aviso de lo que pueden traer estos pactos.