Maria Teresa Mesquida en una imagen de archivo. | Teresa Ayuga

TW
7

Las manos de Maria Teresa Mesquida debían oler siempre a masa madre. Con ellas alimentó y endulzó la vida de miles y miles de mallorquines. Junto a su marido, y con el apoyo de sus padres, abrió en la calle Ticià de Palma un primer obrador en el que cocía pan, ensaimadas y vienas. Al principio los vendían allí mismo, y con el tiempo y lo ganado, pudieron ir incorporando maquinaria e incluso comprar un pequeño local, justo enfrente.

La tienda de comestibles en la que Maria Teresa seguía moldeando panades mientras las despachaba junto con otros productos permaneció abierta 38 años. Mujer incombustible, se pasó la vida trabajando, de las siete de la mañana a las nueve de la noche, y es que el matrimonio llevaba el negocio sin ayuda. Así nacía el Forn de Ca Na Teresa. Hace dos décadas, al fallecer su marido, sus hijos se implicaron en el negocio familiar que, a día de hoy, cuenta con hasta siete locales repartidos por la Isla.

Quizá su gran legado haya sido la capacidad de que, en todos ellos, se mantenga la esencia de la tradición mallorquina que impregnaba las manos de Maria Teresa cuya pérdida, a los 78 años, lamenta todo el gremio. La Asociación de Panaderos y Pasteleros de Baleares destaca su ejemplo como una panadería con una gran variedad de producto tradicional que ha conseguido tener continuidad gracias al relevo generacional. Su despedida se realizará en la más estricta intimidad.