Los locutorios han tenido que reinventarse para no morir en el intento. | M. À. Cañellas

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Un locutorio ha dejado de ser ese espacio donde jóvenes y residentes de otras nacionalidades acudía por las tardes y noches a chatear con amigos, familiares a través de conversaciones en línea, por ese mundo digital tan desconocido en los primeros años del siglo XXI. Ahora es más fácil encontrarnos un escaparate con fruta, productos exportados de varios países o tal vez artículos de segunda mano.

El negocio de los también llamados ciber-locutorios está muriendo. Así lo cree Ahmed Badissi, que abrió su primer negocio en un pequeño espacio de la calle Ferrer de Pallarès en 2002. Contaba con al menos diez ordenadores y con un flujo de clientes muy alto. También tenía cabinas telefónicas. Cabe recordar que los locutorios, además del servicio de internet, cuentan con envío de dinero al extranjero y recarga de tarjetas prepago.

En 2016, Ahmed Badissi trasladó su negocio a la calle Rafael Lluís Blanes i Massanet. La diferencia es que cambió los ordenadores por artículos de segunda mano, añadió un punto de recogida de paquetería para empresas como Amazon, servicios administrativos y envío de dinero. Ya era un local multiservicio.

«A principios de los 2000 fue el boom de estos negocios; teníamos todos los servicios, incluso recargas de tarjetas de prepago para móvil. Los usuarios se quedaban de media una hora», rememora Ahmed Badissi, quien asegura que «apenas quedan locutorios como antes en Palma, yo diría que desde la crisis han cerrado el 70 % por lo menos».

WhatsApp

No solo fue la consecuencia de la crisis derivada de 2008, momento en que el negocio de los locutorios empezó a caer, sino también el repunte de las compañías telefónicas, las ofertas y, sobre todo, el chat. En palabras de Ahmed: «El WhatsApp, con las ofertas de las tarifas de teléfono móvil y en general internet, ha matado este negocio». Abdelouahed Abed, propietario del único locutorio que hay en el barrio de Camp Redó, cogió el negocio en 2013. Antes, lo regentaba su cuñado. Cuando uno entra a este local, lo primero que piensa es que es un supermercado, pero en el fondo un cartel alerta de que hay un espacio con ordenadores.

Es uno de los pocos locutorios de antaño en Palma, y este propietario asegura que todavía hay gente que usa el internet aquí para chatear o imprimir documentos. «Ahora los usuarios no se quedan más de media hora, pero antiguamente estaban al menos una hora», recuerda Abdelouahed. En su negocio, sobre todo vende productos alimenticios exportados, y dice que también le funciona «muy bien» el servicio de envío de dinero a otros países.

Como Ahmed, también opina que los problemas de los locutorios empezaron después de la crisis de 2008. Ya cuando este hombre cogió las riendas del local notó una bajada de usuarios. «En 2019 empecé una reforma para reconvertirme, por eso tenemos esta tienda como supermercado, pero todavía estamos ultimando el local».

Por otra parte, opina que «fue a partir de 2015 cuando la cosa empezó a ir mal. Pero a día de hoy mantenemos ordenadores, que siguen utilizando sobre todo gente joven y extranjera», apunta Abdelouahed. Barrios palmesanos como Camp Redó o Pere Garau conservan los pocos locutorios con ordenadores pero la mayoría son de todo menos un espacio con internet.

Estos dos empresarios confiesan que «como en ha pasado en otros sectores, los locutorios desaparecerán», aunque habrá un servicio mínimo, que no es tanto el uso de la red online sino más bien envío de dinero a otros países lo que los sigue haciendo necesarios.