El cirujano Antonio De Lacy defiende un cambio del sistema sanitario. | M. À. Cañellas

TW
1

Se dice de él que es el Messi de los cirujanos pero, pese a un prestigio reconocido a nivel mundial, Antonio de Lacy Fortuny (Palma, 1957) huye de los halagos. Acaba de renunciar a seguir trabajando en la sanidad pública catalana como jefe de servicio de Cirugía General y Digestiva del Hospital Clínic. Desde el año pasado, el reputado doctor volvió a operar en Mallorca de la mano de la Clínica Rotger, donde ahora ha ampliado su consulta.

Se define como un yonqui del trabajo, ¿a cuántos pacientes puede haber operado?

—Operé una vez a un matemático que calculó, no sé cómo, que serían a más de 25.000 personas pero, sinceramente, no tengo ni idea.

¿Cómo es un día de su vida?

—He dejado el hospital donde entré de interno cuando tenía 19 años, y que quiero como a un hijo. Antes viajaba cada semana. Estaba 24 horas en Tokio, 12 en Santiago... Gracias a la COVID dejé de viajar y venía más a Mallorca a estar con mi padre. Ahora reparto el tiempo entre Barcelona, ciudad que quiero; Madrid, para poner en marcha un nuevo proyecto, y Palma que es de donde soy y donde, en estos momentos, está el mejor quirófano del país o del mundo.

¿Qué opina de la normativa que le llevó a dejar el Clínic?

—Ha sido el hospital más importante de mi vida, y me lo ha dado todo. Yo ahora tengo la madurez de los años, de las horas invertidas... y me gustaría seguir operando y ayudar a los jóvenes, por eso no entiendo que haya este tipo de regulación que te reduce las horas laborales. Estoy con un proyecto más energético que cuando tenía 20 años.

¿Se ha planteado volver a la sanidad pública en Balears?

—Rotundamente, sí. A mí me gusta mucho la medicina pública. Una de las ventajas de España es poder tratar por igual al señor más rico del mundo y al que acaba de llegar en patera porque todos somos seres humanos. De hecho estoy pensando en hacer alguna Fundación para obtener fondos y operar enfermos que no se lo puedan costear.

Es un referente mundial en la extracción de tumores mínimamente invasiva, ¿cómo se empezó a gestar este tipo de cirugía?

—Me atrevería a decir que los primeros en realizarla fueron los ginecólogos. Hay una anécdota del doctor Kurt Semm que sacó un apéndice con laparoscopia en 1983 y fue denunciado por el colegio de médicos alemán. Se tuvo que exiliar y se pensó que incluso podía terminar en prisión. Al final, el peor enemigo de la innovación en cirugía son los expertos, el big boss. Nosotros demostramos que para el cáncer de colon es más efectivo y fue una revolución. La cirugía mínimamente invasiva en la vesícula biliar, que es mi especialidad, empezó en 1987 y en cinco años el 60 % de estas intervenciones se hacían así.

¿Cómo se introducen los robots?

—Al primero lo llamaron Zeus, sirvió para una intervención dirigida entre Estrasburgo y Nueva York en 2001. Se usaba en cirugía cardiaca por su ventaja a la hora de coser. Intuitive lo compró y lo adaptó para hacer el Da Vinci que ya está en su tercera generación. Ahora se utiliza en muchas especialidades. Las más frecuentes son Urología y Cirugía General pero también se usa en Ginecología, Otorrinolaringología... En muchas especialidades.

¿Ya no es necesario tener buen pulso para ser buen cirujano?

—Yo pensaba que era bueno y temblaba, si la ventaja del Da Vinci fuera solo ésa... Creo que lo mejor es la visión 3D que da, algo más aumentada que la de la laparoscopia, y también que tú diriges la óptica. Hay una estabilización perfecta de la imagen.

¿La cirugía robótica acabará democratizándose?

—En los últimos cinco años ha hecho una explosión, como en su día hizo la laparoscopia, aunque tenga detractores que dicen que es caro. Lo caro es tener una complicación.

¿Tiene ventajas para el postoperatorio?

—Las que da una operación perfecta porque el enfermo tiene menos agresividad quirúrgica y la recuperación es mejor. Hay programas de investigación clínica para operar a un enfermo de obesidad y que por la noche duerma en casa con sistemas de control remoto del enfermo, es hacia donde va la medicina. La cama hospitalaria dejará de tener importancia. A mi me gustaría cambiar el concepto de la salud.

Parece que la medicina vive una revolución industrial.

—Es así, ahora toca la robótica con digitalización. La primera revolución fueron los ordenadores y después el genoma, ahora viene la inteligencia artificial pero antes debe regularse.

Pero esto requiere todavía más formación.

—La pregunta del millón es cómo disminuir la curva del aprendizaje. Para ser un experto en cirugía abdominal por laparoscopia hay que tener 20 años de experiencia, es terrible. Con la robotótica podría reducirse como mínimo a la mitad.

¿Hay relevo generacional?

—Hay una generación like, de quien lo quiere todo para ya, pero no debe perderse la cultura del esfuerzo.

El apunte

«El quirófano de la Rotger es comparable a cualquier otro en el mundo, sino el mejor»

El doctor De Lacy dejó para el final de esta entrevista el responder si la Clínica Rotger había adquirido el robot Da Vinci Xi a petición suya. «Forman parte del grupo Quirón pero esto sigue siendo la Clínica Rotger porque hay una matrimonio muy especialRosa Maria Regí y Fernando Rotger, además de su hijo Ramón. En este momento tienen un quirófano comparable, sino el mejor, con cualquier otro del mundo. El de más calidad. Tiene un sistema de 3D laparoscópico, un escáner de última generación... Pero necesitaban robótica y se lo dije. El Da Vinci es relativamente caro por eso quiero destacar su sensibilidad especial. Mientras se hacían las reformas, que son más lentas, la familia Rotger-Regí lo compró y lo puso», relató. «No sé si la población de Balears se da cuenta de la importancia y de la sensibilidad que significa aceptar esto, sólo es comparable a cuando me peleaba para tenerlo en Barcelona y llegó un señor, como un ángel, y se lo donó a mi mujer».