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Pocos días la marcha en Magaluf se interrumpe. Pendientes del televisor, cientos de británicos han vivido desde Mallorca un momento histórico en sus vidas, el fin de una época. Muchos de ellos recordarán siempre la pasada noche, cuando en mitad de sus vacaciones les sorprendió la triste noticia del fallecimiento de su reina, icono de su cultura y símbolo de fortaleza. Han sido llamadas y notificaciones de móviles las que han dado la voz de alarma y han hecho llegar la información desde Escocia a Mallorca en cuestión de segundos, dejando paso a los rostros de incredulidad, los abrazos y algunas lágrimas. Incluso conciudadanos que no se conocían de nada se han fundido, juntos, en llantos por la que ha sido su jefa de estado durante 70 años.

Fue en torno a las 19:30h de este jueves cuando, de repente, Magaluf se paralizó. Una triste y repentina noticia sorprendía a todos los turistas británicos de vacaciones en la Isla, lejos de casa. «De repente se creó un tumulto de gente fuera, frente a la televisión. Hicieron corrillos, comentando lo que pasaba. Se les veía muy tristes, muy emocionados», describía José María Moreno, trabajador de un bar de Magaluf, quien aseguraba que durante el resto de la jornada se notaba a los británicos compungidos. Rosie K., originaria de Manchester y de vacaciones en Mallorca, estuvo durante todo el día pendiente de las últimas novedades sobre la reina mientras disfrutaba de la playa. Fue tal la incertidumbre que sentía, que acudió a su apartamento para mirar en directo la BBC. Tras la triste noticia, llamó a su madre, a la que tuvo que consolar por teléfono mientras lloraba. Se ha marchado uno de los rostros más familiares para una generación.

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En especial los más mayores se mostraban más sombríos, apagados en las terrazas mientras compartían una copa, rememorando el legado que deja su Soberana. Algunos, preguntados por este periódico, prefirieron no hablar de la conmoción y la tristeza que sentían, casi como si hubiera fallecido un miembro de su familia. «Tengo 59 años y es la única reina que he conocido. Es un día triste. Creo que después de esto va a cambiar el Reino Unido», lamentaba el Mick Rathbone, turista de Leicestershire. Por contra, su sobrina Lucy consideraba que con el nuevo rey Carlos «es un nuevo capítulo y espero que traiga nueva esperanza». Algunos temen y otros esperan con ansias una ola de cambios en una institución centenaria y ciertamente conservadora, muestra de dos generaciones y formas de ver el mundo contrapuestas que coinciden en poner en valor la figura de su hasta ayer jefa de Estado. Remarcable es, cuanto menos, que entre los conciudadanos que apenas se conocían a pie de calle, entre los restaurantes y hasta esperando taxis, solo había buenas palabras para la reina y ni un solo cuestionamiento sobre el rol de la monarquía.

Rosie K. y David y Sylvia Petton. Fotos: T. AYUGA.

David y Sylvia Petton conocieron también la noticia por la televisión británica en directo, mientras tomaban una copa en una terraza de la localidad. «Continuaremos las vacaciones, pero no serán iguales, un poco más tristes», confesaba David. La pareja londinense, pese a estar de viaje en Mallorca, piensa seguir, desde Mallorca, todos los actos conmemorativos por la muerte de Isabel II. «Ha sido muy triste y estamos bastante apenados», confesaban Wendy y Richard Altringham, de Newcastle, quienes declaraban la misma frase que todos sus compatriotas: «Es el final de una etapa». La recordaban este jueves como símbolo de estabilidad y de unidad entre todos. Fue, el de ayer, un día memorable en que los británicos despidieron a su monarca durante 70 años de repente, con solemnidad, cariño y con un sentido brindis desde la distancia, desde la isla del Mediterráneo, que en su día visitó Lílibet, junto a su marido el príncipe Felipe en 1988, al coro de God save the King».