Los pacientes crónicos se sienten olvidados y en este olvido, tienen la sensación y la realidad que han ido perdiendo el seguimiento que tenían de enfermeras de familia, de enfermeras gestoras de casos, de médicos de familia y de médicos de otras especialidades ligadas a sus patologías. La consecuencia de estos problemas de atención que tienen las personas más vulnerables, como personas mayores, inmunodeprimidas, trasplantadas y/o personas con enfermedades crónicas es que algunas de ellas, se descontrolan y pierden el autocontrol necesario para permanecer en vida y con la suficiente calidad de vida. La fragilidad de las personas con enfermedades crónicas les genera más posibilidades de morir debido a que su estado de salud no les ayuda a mantenerse bien.
Sabemos que el 42,8% de los pacientes crónicos manifestaban haber experimentado un empeoramiento de su salud o la aparición de síntomas nuevos desde el inicio de la pandemia y, ante esta situación, solo el 6,7% habían sido atendidos en el momento que lo han necesitado. Los problemas de atención son evidentes. Y las soluciones pocas y pobres ante la situación creada. Ante ello, necesitamos un cambio en esa visión que vemos todos los veranos: faltan médicos pero sobran camas. Al mismo tiempo, es necesario desmedicalizar el malestar emocional, entre otras medidas que ayuden a hacer una enmienda a la totalidad a la atención primaria actual.
Hace 40 años se crearon los primeros centros de Atención Primaria ante los ambulatorios tradicionales. Ahora hace falta un cambio del mismo calado que fue la creación de dichos centros. Necesitamos nuevos profesionales (más médicos y enfermeras, junto a más trabajadores sociales y administrativos de la salud, junto a otros profesionales como farmacéuticos, podólogos, odontólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, psicólogos,…), necesitamos edificios diferentes, necesitamos competencias profesionales distintas, necesitamos procesos nuevos, necesitamos más autogestión y necesitamos cambios en muchos aspectos de la vida diaria de los centros de salud actuales, o lo que es lo mismo, una enmienda a la totalidad de lo que teníamos. O cambiamos la atención primaria para que dé el servicio necesario o morimos con él.
Y quienes pueden ser los grandes beneficiados de este cambio son los propios pacientes crónicos, estas personas que mueren por la edad, por el calor, por la COVID-19 o por quien sabe por qué. Lo necesitan ellos y ellas, y lo necesita el propio sistema, cada día más centrado en un hospital que ha hecho de las urgencias el centro del sistema. Mal vamos si no cambiamos.
4 comentarios
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Excelente artículo Sr. March, se puede.decir.mas alto pero no más claro. Yo solo añadiría la nula autocrítica después del COVID, que ha evidenciado las absolutas carencias del sistema. De las más graves, la falta total del intercambio de información entre atención primaria, hospitalaria y servicios de emergencias como policía , bomberos y otros servicios municipales. Además con una población cada vez más envejecida, pensar en teledeteccion y seguimientos en domicilio como ya hacen otros países aquí es pura ciencia ficción.
No hay que creer a nadie que cobra y mucho de las farmaceuticas.
Necesitamos politicos con ganas de gestionar, al menos como se hacia antes, la sanidad publica no como los fanaticos que tenemos ahora...
No era la mejor sanidad del mundo?