En este Día Mundial del Abuelo salimos a la calle para conocer la figura clave de los abuelos en la sociedad actual y descubrir los recuerdos que nos marcan de ellos aún ya de mayores. | Marina J. Ramos

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Los abuelos marcan. Quien haya tenido la suerte de tenerlos cerca lo sabe bien. Así como en otras culturas como las nórdicas los nietos no acostumbran a mantener un fuerte vínculo con los padres de sus padres, en España son una pieza clave en la familia, símbolo de unidad, fuente de sabiduría y compañeros de confidencias, y que este martes, 26 de julio, están de celebración, con motivo el Día Mundial del Abuelo. Un estudio de la Universidad de Valencia y la Universidad Kent State de Ohio (EEUU) apunta que los factores que propician una mejor relación entre nietos y abuelos son la frecuencia con la que se ven; los estrechos contactos entre abuelos y padres; las actividades que comparten mayores y pequeños, como salir a pasear, cocinar o mirar fotografías antiguas y la percepción del abuelo como maestro...Aunque para abuelos, colores. Los hay aventureros y dicharacheros, serios o con carácter dulce y cercano. Eso sí, todos ellos coinciden mayoritariamente en algo: ser abuelos es un regalo y una segunda oportunidad para disfrutar de los pequeños, una vez ya liberados de cargas laborales y de crianza.

Pep Joan Palmer trabajaba muchas horas cuando sus hijos eran pequeños y reconoce que «tenía poco tiempo para disfrutar de ellos». Ahora, este martes, jugaba con su incansable nieto Dante a la pelota en el parque de la Plaza Santa Pagesa de Palma. «No te dejan hacer casi nada porque siempre los tienes pegados, pero es muy agradecido. Cuando no los tienes cerca los echas mucho de menos», confiesa. Pep ayuda, como tantos otros, en el cuidado de los niños cuando sus progenitores trabajan. La situación se repite, en especial, en épocas de vacaciones. Y es que los abuelos son la primera vía a la que acudir, no solo en el cuidado, sino en el sustento económico de la familia, hecho que se evidenció durante la pasada crisis del 2008.

Pep Joan Palmer, en el parque.
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Ray Roig Escandell es abuela nada más y nada menos que de diez nietos y lejos de parecerle una carga, los disfruta al máximo. «Cuando vino Amaya me llevé a la mayor de concierto. Sus amigas le preguntaban: '¿Con quién vienes? Con mi abuela, decía ella orgullosa», rememora. Para Ray, ser abuela es una bendición y ahora recupera el contacto perdido durante la pandemia. «A la pequeña Rita no la conocí cuando nació, porque estábamos en pleno COVID. No la podía abrazar ni tocar, pero ahora tenemos una relación especial. Cuando me mira ya sé todo lo que me quiere decir, y viceversa».

Ray Roig Escandell, con su risa característica.

No hace falta ser pequeño para disfrutar de ellos. Pilar Moya, palmesana de 28 años, sigue muy unida a su abuela, a pesar de la distancia. «Mis abuelos son de Andalucía y de Ciudad Real. Solo lo veo en verano o en Navidad, pero han marcado toda mi infancia», asegura y apunta que hacen de unión entre todos los familiares, desperdigados por el país, aportando su casa, como punto de reencuentro. «También hablo y quedo mucho con los abuelos de mi novio. [...] Los mayores tienen mucho conocimiento; han pasado por épocas muy duras y hay que aprender de ellos. Especialmente nosotros, los jóvenes», recalca Pilar. Noa Lagares, de 12 años, pasaba la mañana de este martes de compras con su abuela, Margarita Alzamora, a la que frecuenta muy a menudo: «Siempre me cuenta cosas de cuando era joven y conoció a mi abuelo y me enseña a cocinar», contaba, en una actitud muy cariñosa con su abuela.

La relación con ellos, los abuelos, es sinónimo de amor, ternura y enseñanzas que marcan de por vida. «Me gustaría que mis nietos vieran una persona que les quiso con todo el corazón», sentencia Susana Soto, saltándosele alguna lagrimilla y mirando cariñosamente de reojo a sus chiquitines. Como bien decía Rudy Giuliani, exalcalde de Nueva York: «Lo que los niños necesitan más son los elementos que los abuelos proveen en abundancia. Dan amor incondicional, amabilidad, paciencia, humor, comodidad, lecciones de vida. Y lo más importante, galletas». Son, en definitiva, vitaminas para los más peques.