Jaume se integró con otros residente para jugar por el Día del Abuelo.  | Pere Bota

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«Los abuelos deberían ser eternos» es una frase que repiten millones de personas en todo el mundo. O«quien tiene un abuelo o abuela tiene un tesoro». ¿Quién no ha mencionado esto antes? Cada año se celebra el Día del Abuelo, una fiesta que pone en valor todo lo que un día hicieron por nosotros pero qué poco se habla de ello. Porque aunque ya no estén aquí, han sembrado flores en el camino de los hijos y nietos. «Mis abuelos son como unos padres», aseguraba Jaume, el nieto de Magdalena Caimari, una de las diez familias que este martes festejaron este día emotivo en la residencia Domus VI Sa Riera, en Palma.

Con un cartel colgado en sus cuellos, los abuelos y las abuelas de la residencia participaron en las actividades lúdicas que prepararon los trabajadores del centro. Acudieron incluso los más pequeños de la familia. Paula Cladera, hija de Magdalena Caimari, no dudó en ir a la residencia y pasar una mañana en familia y repleta de juegos. «Mi madre está contenta cuando hace estas actividades, porque tampoco sale tanto», reconocía antes de empezar a sumar puntos en el marcador. Ya lo advirtió el psicólogo de la residencia Adrián Sánchez que «no cunda el pánico», porque, «quien pierda o gane, todos tendrán merienda».

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Soledad Toledano, de 90 años, juega junto a una especialista.

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Paula Cladera y su hijo Jaume, al lado de la abuela, Magdalena Caimari.

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Entre risas, María Remedios se apoyaba en el hombro de su madre Catalina Vanrell, de 88 años. Es de Inca y aseguró:«Yo nací en los molinos. Mi abuelo –todavía lo recuerda– era pagès y a veces me daba unas pesetillas para comprarme cosas con la condición de que no dijera nada». Esta mujer reconoce estar «muy orgullosa de mis nietos», que ahora todos son mayores de edad. Esta abuela acudía los veranos a Palma para cuidarlos cuando todavía iban al colegio. Los pequeños Guille y Nico definieron a un abuelo como «una figura que se parece a un padre». Dijeron que lo que más les gusta es «ir a la piscina» con su abuela Felisa Martín, que acudió a la fiesta de Domus VI para ver a su tía, que reside allí.

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Catalina Vanrell.

Sandra Buades es hija de Andreu Buades, otro residente que demostró sus habilidades con las actividades, a pesar de su enfermedad. «Soy un abuelo muy orgulloso», se refería así a sus nietos Pau y Aina, que no pudieron celebrar allí el Día del Abuelo. Andreu dijo con una mirada emocionada que «me acuerdo todos los días del mío [su abuelo]». Ayer una sala grisácea de la residencia se llenó de color y alegría. «Durante mucho tiempo, no hemos podido hacer actos familiares, así que aprovechad este ratito», explicaba al comienzo el psicólogo Adrián Sánchez. Y fue así. Pasaron el rato riendo y disfrutando de la competitividad. Es una de las primeras actividades que hacen en el centro debido a dos años de pandemia. El objetivo no era solo estimular la parte cognitiva, sino el aprendizaje social.