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Tres días para llegar de París a Palma. Es el periplo que han vivido dos familias mallorquinas, afectadas por la huelga de EasyJet este pasado fin de semana en Son Sant Joan. «Salíamos de una pesadilla y nos metían en otra», resume Maria Ferragut, una de las afectadas. El tan esperado viaje a Disneyland se vio truncado por tres días deambulando por el aeropuerto, con preguntas sin respuesta y durmiendo «como vagabundos». Ante un verano que se perfila repleto de paros en el sector aéreo, quizá las vacaciones de más de uno acaben pareciéndose, como en su caso, a Tom Hanks en La Terminal. «Lo que espero es que mejoren la asistencia a los pasajeros, porque nosotros nos sentimos abandonados», exige Ferragut. Desde EasyJet aseguran que las cancelaciones de este fin de semana no se han debido a la huelga de Palma, sino a «otros motivos externos» que están analizando.

Después de tener que anular el viaje por la pandemia, y ya con la «vieja»-si se puede llamar así- «normalidad» de vuelta, estos ocho mallorquines decidieron retomar el plan que, como tantos programados para 2020, se vio truncado. Sin embargo, en esta ocasión tendrían que hacer frente al virus aéreo de este verano: las cancelaciones y los retrasos.

El pasado sábado, 25 de junio, la partida ya dejó un mal augurio de lo que sería después el regreso. El vuelo de Son Sant Joan (Palma) a Charles de Gaulle (París) despegó con cinco horas de retraso. «No fastidió, porque perdimos casi el primer día de vacaciones, pero nos centramos en lo positivo», cuenta Maria Ferragut. En Disneyland los días pasaron en un santiamén, hasta que el miércoles 29, un mensaje acabó con el ambiente distendido del que habían gozado: «Su vuelo de hoy a las 21:20h con destino a Palma se ha cancelado». Sin más explicaciones que esa, acabaron precipitadamente su estancia en el parque, camino al aeropuerto para obtener respuestas y un medio para volver a casa.

El contraste entre Disneyland y el aeropuerto Charles de Gaulle fue inmenso. «Los mostradores de la compañía llenos de gente, un barullo tremendo...era un caos», cuenta Maria. Tras horas sin información, EasyJet les reubicó en un vuelo para el 1 de julio. Los ocho tendrían que pasar dos noches más en París hasta volver a casa. La primera durmieron en un hotel del aeropuerto, con un bono para cenar y desayunar allí. El segundo día en el aeropuerto empezó a hacer mella ya en el ánimo, sobre todo, de los cuatro niños. Visitadas ya todas las tiendas y recorridas de principio a fin las instalaciones, había poco que hacer y el cansancio y nerviosismo acuciaba. No tenían dónde dormir esa noche. En atención al cliente lo que más les repetían era «No se sabe» o «No tenemos información». «No podíamos permitirnos pagar 800 euros para dormir los ocho en un hotel. Buscábamos ayuda y nadie nos decía nada. Tuvimos que suplicar cada día para que nos dieran una habitación para pasar la noche».

El viernes 1 de julio, después de deambular dos días intentando regresar a casa, parecía que la pesadilla llegaba a su fin. En el túnel que conecta con el avión, maleta en mano y con sonrisa de oreja a oreja, les hicieron retroceder y volver a la terminal. El vuelo se había cancelado. Atrapados en una especie del día de la marmota, llamaron al teléfono de atención al cliente, pero este había ya cerrado. «Tuvimos que dormir en el suelo. Hacía mucho frío y con cuatro niños pequeños, uno de ellos con minusvalía...fue horrible», lamenta Maria. Una pareja de mallorquines que también se vio afectada por esta cancelación, hartos de la situación, pagaron de su bolsillo un vuelo a Barcelona. «Pensamos en ir a Orly (otro aeropuerto de París), pero nos dijeron que la situación estaba igual y los vuelos, por 1.600 euros».

Durmiendo en el suelo tras cancelarles nuevamente el vuelo.

Finalmente, a las 11h del sábado, 2 de julio, llegaron al fin a casa. El viaje a Disney acabó en hastío y rabia. Tres de los adultos han faltado un día al trabajo, jornada que se les ha descontado del salario. Y los niños, «con lo que se han quedado es con el recuerdo de los últimos días», lamenta. Ferragut asegura que entiende y apoya el derecho a huelga de los trabajadores de la aerolínea, pero reprueba la falta de asistencia por parte de la compañía. Lo que espera Maria, haciendo pública su desafortunada aventura es que «se mejor la asistencia a los pasajeros para que no lo vivan más personas que se vayan de vacaciones este verano».