Parte del equipo multidisciplinar que ha participado en el estudio y en la exposición. | Jaume Morey

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«Me llamo Betty, tengo 59 años. En mi tierra me dedicaba a la modistería, aquí cuido a personas mayores. Llegué hace cinco años y me traje a mis otros hijos hace dos. Mi sueño es tener a mi familia unida de nuevo. Sin embargo, las cosas no han salido como esperaba». Betty es solo una de las centenares de mujeres migrantes indocumentadas que cada año salen de sus países en busca de una vida mejor. Es también una de las mujeres que protagonizan la exposición fotográfica Mapes corporals d’una pandèmia: narratives visuals i orals de dones migrants indocumentades, que parte de una investigación liderada por académicos de las facultades de Enfermería y Filosofía de la UIB y de las universidades de Antioquia y Toronto.

La muestra, abierta en el centro cultural La Misericòrdia hasta el 28 de febrero, señala el impacto de la pandemia en mujeres latinas indocumentadas que trabajan en los servicios domésticos y de cuidados en Mallorca. El proyecto, que se gestó durante un año, utilizó metodologías participativas, como el mapa corporal narrativo, para describir el viaje migratorio de las 15 mujeres que participaron en el proyecto. «Buscamos visibilizar y aproximar esas narrativas a la ciudadanía», explica la antropóloga Lina Alejandra González, una de las autoras de la iniciativa. Ellas mismas dibujaron sus siluetas (su mapa corporal) para plasmar quiénes eran y cómo se sentían.Todo ello, y el proceso de creación, lo capturó el fotógrafo Jimmy Beltrán y lo ha poetizado Antonio Rigo.

Durante el proceso de creación de esta exposición, las mujeres pintaron sus propios «mapas corporales» a tamaño real que protagonizan esta muestra.

Conclusiones

El estudio de investigación concluye que la pandemia ha agravado la vulnerabilidad de las mujeres latinas en situación irregular en Mallorca. «Son supervivientes que llegaron de una situación de lucha y resistencia y el coronavirus ha empeorado su estado», detalla la profesora de enfermería Margalida Miró, otra de las autoras de la investigación. El 90 % de las mujeres manifestaba, además, un desconocimiento total de las ayudas sociales, mientras que el 80 % sí identificaba a las entidades del tercer sector.

Asimismo, como apunta Miró, «las mujeres de la muestra aseguraron que trabajaban en unas condiciones de precariedad que se agudizaron durante la pandemia, quedando, muchas de ellas, sin recursos económicos». Su situación se vio agravada por las condiciones de acceso a la vivienda. Según los resultados del estudio, disponibles en esta exposición, muchas de las participantes    residen en viviendas compartidas, algunas con hijos a su cargo, y aquellas que convivieron con sus arrendatarios durante la pandemia percibieron estrés o sensación de estar vigiladas.