El doctor Carlo Brugiotti, en el Hospital de Inca. | P. Pellicer

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El doctor Carlo Brugiotti (Roma, 1976), jefe de Cirugía en el Hospital Comarcal de Inca, se sienta relajado en la sala para contar la parte más dura de su periplo en países de guerra. A pesar de su intensa mirada, hay un trasfondo donde solo caben experiencias que hacen herida. Este domingo es el Día Internacional de los Voluntarios, una labor que practica Carlo desde 2014. Ha viajado con la ONG Médicos Sin Fronteras a Yemen, Afganistán y Palestina, donde ha salvado muchas vidas, como también a él estos viajes le han cambiado su perspectiva. «Mi motivación para aceptar este riesgo en países en guerra fue porque cuando vas allí, te das cuenta que puedes ayudar a mucha gente y porque creo que todas las personas tienen derecho a tener una sanidad en condiciones».

La vida de Carlo Brugiotti, residente en Mallorca desde hace 14 años, cambió desde su primera misión en Yemen. «El país entraba en guerra, así que algunos de los problemas que trataba eran heridas por arma o bombas. En ese momento no tenía mucha experiencia, pero me adapté rápido». Allí pasó dos intensos meses en los que, en el centro hospitalario, trabajaba sin apenas medios ni recursos. «Te encuentras situaciones bastante dramáticas», sostiene.

Un año más tarde, pisaría suelo afgano, en concreto en Kunduz. Cuenta que, dependiendo del destino, la misión cambia. Ir de médico voluntario implica «mucho trabajo, dormir poco y mal y estar todo el tiempo limitado pero tienes que ayudar a todo el mundo posible». Para Carlo, los protagonistas de su historia son sus pacientes. Lo supo desde que comenzó Medicina en la Sapienza Universidad de Roma y continuó formándose en Japón y Londres.

«A la hora de aceptar trabajar para una ONG en países con pocos recursos, ya sabes adónde vas. Es algo impresionante, te das cuenta de que hay personas que viven así todos los días y que, tal vez, no vuelven a casa o no se van a despertar. Esto te hace reflexionar mucho y es una parte que me llena de estos voluntariados», reconoce Carlo. No da detalles de lo que ha visto, pero sí confiesa que en un territorio en conflicto ha llegado a curar a «niños pequeños heridos por minas enterradas en sus jardines»: «Lo malo de la guerra es esto, que tiene una violencia que no mira a la cara a nadie».

Consejos

El cirujano también es instructor en Médico sin Fronteras. Su dilatada experiencia le ha servido para salvar vidas por todo el mundo pero también para ayudar a jóvenes médicos. «No aconsejo a ningún residente recién acabado tener una experiencia así. Cuando hablo con ellos, les digo que para hacer esto necesitan llegar no solo con bagaje profesional, sino también humana porque se encontrarán dramas».

Carlo Brugiotti en la entrada de un hospital en Kunduz, en el norte Afganistán, en el año 2015.

Brugiotti explica que el tiempo que pasa en los territorios depende de la misión. A él le acompaña en sus labores un equipo sanitario internacional y local. «Las personas que curamos son siempre muy agradecidas, nunca he tenido problema en ningún país», puntualiza. Sin embargo, confiesa que «tu vida cambia cuando vas a esos territorios, lo que pensabas que era importante para ti, ya no lo es, ahora son otras cosas. Ves gente que, a pesar de todo, sonríen sin amargarse».

Hace un mes que regresó de Hebrón (Palestina) con Médicos sin Fronteras, donde ha trabajado tres semanas en un hospital del territorio. En esta última misión estuvo formando a médicos sobre cirugía de urgencias. De hecho, reconoce que suele viajar por Europa y otros países para impartir cursos. Carlo habla de la ONG como «un sueño cumplido». Ayudar lo lleva en las venas, a pesar de que hay amigos que le llaman loco. «¿Lo más difícil de mi profesión? Esto sería otra entrevista».