La comida procesada tiene consecuencias negativas en la salud. | Pixabay

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Los alimentos procesados cada vez están más presentes en la vida de muchas personas, debido al actual ritmo de vida, marcado por las prisas y el estrés. «Una de las cosas que nos hacen elegir alimentos procesados es sin duda la falta de tiempo. Cada vez vivimos con ritmos más acelerados que repercuten en lo más importante, nuestra elección a la hora de alimentarnos», explica la coach personal y de salud, Marga Almarcha. Sin embargo, advierte que su consumo puede «generar síntomas que pueden incidir en nuestro descanso, en nuestro sueño y en nuestra energía a la hora de afrontar nuestro día a día. Si, además este estilo de alimentación lo mantenemos en el tiempo, nuestra salud física y mental se puede ver comprometida». Almarcha atribuye el hecho de recurrir a los alimentos procesados a que tenemos «poco tiempo para comer, poca disponibilidad de espacio en el trabajo, largas jornadas laborales que impiden hacer una compra consciente, poco disfrute por hacer de comer…».

La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica en diferentes grupos a los alimentos según su grado de procesamiento, clasificando a los alimentos procesados en el grupo 3. Los describe como «aquellos productos alterados por la introducción de sustancias como sal, azúcar, aceite, preservantes y/o aditivos, que cambia la naturaleza de los alimentos originales, con el fin de prolongar su duración, hacerlos más agradables o atractivos». Almarcha explica que, «en contrapartida, son alimentos nutricionalmente muy desequilibrados, con una alta densidad energética y que pueden generar un patrón de consumo adictivo por su composición rica en grasas, azúcares, resaltadores sensoriales…ya no se trata sólo de lo los componentes que sí tienen, sino también de los nutrientes esenciales para el cuerpo humano que no tienen y que son imprescindibles. En resumen, estamos hablando de alimentos con muy poca o nula calidad nutricional».

La coach personal y de salud advierte que «si a todo lo anterior le sumamos que la forma en la que se comercializan es, en muchos casos, atractiva y, en otras incluso pueden dar la impresión de que hasta parecen saludables, estamos ante el gancho perfecto para un consumo recurrente. Pero si somos capaces de pararnos y leer la etiqueta nutricional de los mismos, nos daremos cuenta de que se alejan totalmente de los alimentos que realmente nos convienen consumir para cuidar nuestra salud».

¿Cómo afecta a la salud el consumo de alimentos procesados?

Almarcha detalla que «el primer aspecto a tener en cuenta es que no son nada recomendables para personas con problemas de hipertensión arterial o enfermedades cardiovasculares, por lo que este colectivo es prioritario que cuide de una forma consciente su alimentación, optando siempre por alimentos sin procesar en sus comidas». Por la elevada cantidad de azúcares, grasas, aditivos y otras sustancias hace que su consumo pueda generar la aparición de las siguientes enfermedades y/o síntomas: degeneración celular, problemas cardiovasculares, obesidad, diabetes, envejecimiento celular prematuro, crecimiento de células cancerosas, cansancio, dificultad para dormir, poca energía y mal humor».

La coach advierte que «además, de estas enfermedades y síntomas hay un órgano más susceptible a sufrir las consecuencias de la composición de este tipo de alimentos, que es la mente. El consumo prolongado de ellos afecta a las neuronas, lo que puede dar como resultado alteraciones en el comportamiento, cambios de humor, reducción de la inteligencia… por esta razón es importante saber que en épocas de crecimiento es primordial prestar mucha atención en cómo alimentamos a nuestros hijos y en cómo se alimentan nuestros adolescentes, que al ser más autónomos sus elecciones pueden no ser las más adecuadas; para así poder evitar posibles problemas más importantes».

De este modo, defiende que «son muchas las razones que sostienen que llevar una alimentación lo más saludable posible nos acerca a una mejor salud y, al mismo tiempo es importante verla como una parte imprescindible en nuestro día a día y no como algo esporádico. El consumo de alimentos naturales mantenido en el tiempo nos ayuda a tener un sistema inmunitario fortalecido para hacer frente a enfermedades, una mejor función cerebral y un mejor estado de ánimo entre otras cosas». Para concluir, Almarcha sostiene que «en muchas ocasiones se resume la calidad de vida por lo que tenemos, por lo que podemos disponer sin darnos cuenta que nuestro interior marca cómo estemos en nuestro exterior y que esta circunstancia depende mayoritariamente en cómo elijamos los alimentos que queramos que formen parten de nuestra alimentación diaria».

Algo material te va a regalar posiblemente bienestar, pero no una mejor salud, en cambio una buena alimentación donde estén presentes alimentos saludables y naturales y no alimentos procesados, si te va a regalar esa calidad de vida que tanto gusta disfrutar, porque al final de lo que sí somos conscientes es que la salud no tiene precio.