El empresario bangladesí Shahin Awal abrió el local hace 18 años. | Pilar Pellicer

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El restaurante Basmati (Carrer de Caro, 7, Palma) cierra su historia tras 18 años siendo un referente para los mallorquines y el «santuario» de la comida india, no solo en Baleares sino en Europa. El propietario, Shahin Awal, ha tomado esta dura decisión para volver a Bangladesh y cuidar a sus padres.

«Basmati es un sueño hecho realidad y Mallorca es mi hogar. Durante estos años, los mallorquines han sido mi familia. Mi casa [el restaurante] lo he hecho para ellos. Pero ahora me toca cuidar a mis padres», dice con tristeza. El local cerrará a mediados de noviembre y Shahin Awal ha anunciado en redes sociales que el mobiliario está ya a la venta.

Basmati significa perla de aroma. Shahin quiso poner este nombre por su sencillez y para diferenciarse del resto de restaurantes indios que había en Palma. El local abrió primero en LosGeranios, una época que Shahin recuerda con «mucho cariño».

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Refinarse

«Yo tenía claro que quería ser el mejor». Con este objetivo comenzó en el mundo de la hostelería, un reto que ha podido conseguir con el paso de los años, desde que llegara a Madrid en 1991 con apenas 16 años. «El secreto de mi reconocimiento es refinar cada día mi trabajo. Para ello, hay que tener ganas de aprender y sobre todo hacerlo con amor. Cuando llegué a España, me traje las recetas de mi madre pero también me he educado, espabilado y refinado en Japón durante un año. Cuando viajo, me gusta conocer el sabor del territorio para así conocer a sus habitantes. Esto es muy importante».

Basmati no solo se ha convertido en un templo para los mallorquines, sino también para famosos. El empresario asegura que    han pasado desde importantes políticos ingleses, cantantes, futbolistas, toreros hasta «un premio Nobel. Ha venido gente importante, pero yo siempre he dicho que, para mí, mis famosos son mis clientes locales».

Ahora que cierra su libro del Basmati, mira al pasado con ternura. Shahin Awal ha trabajado mucho para conseguir su sueño: «He llorado mucho cuando tomé la decisión de irme, pero ahora quiero sonreír. Me quedo con que la gente que me conoce, me ama».

Reconoce que la crisis de la COVID-19 le ha hecho daño y ha sido un detonante para volver a su país de origen, que no pisa desde 2008. Sus padres y su hija, de 17 años, nacida en Mallorca, ahora son lo más importante y quiere darles lo mejor. Sin embargo, su pasión por la hostelería no morirá. Tiene pensado arrancar un proyecto gastronómico en Bangladesh próximamente.