Uno de los dibujos enviados por las niñas japonesas a los marineros del crucero ‘Baleares’. | Fotografías cortesía del Museo Naval

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Con una población de casi 550.000 habitantes, Kagoshima es capital de prefectura y una de las ciudades más importantes de Japón, allí termina uno de los tramos del sinkansen o tren bala. Cerca se encuentra el bonito pueblo de Chiran, con uno de los museos más sorprendentes del mundo, el Museo de los Kamikazes. Desde esta localidad despegaban los aviones con los jóvenes pilotos nipones que durante la II Guerra Mundial se estrellaban a bordo de sus cazas A6M Zero, cargados de bombas, en los barcos de la Marina de Guerra de Estados Unidos. Antes de salir en su misión suicida, estos pilotos ‘del viento divino’ se despedían epistolarmente de su familia, novia y amigos. Muchas de estas cartas se conservan en el museo de Chiran y estremecen: «Mamá, siento ser un chico desobediente, por favor, perdóname, estoy feliz por irme». Otro kamikaze escribió: «Voy a morir en el mar de Okinawa, incluso después de mi muerte protejo a mi país».

En Japón, en tiempos de guerra, era una costumbre escribir cartas y hacer dibujos para animar a los correligionarios y fueron muchas las jóvenes japonesas que mandaron cartas y dibujos a las tropas sublevadas el 18 de julio de 1936. Algunas de ellas llegaron hacia 1938 a la dotación mallorquina –con 12 chicos falangistas o flechas navales– del crucero Baleares. Casi todos murieron pocos días después porque el barco, escoltado por el Almirante Cervera, fue hundido por los torpedos de los destructores republicanos en la batalla de Cabo de Palos, entre ellos los que debió mandar el destructor Churruca.

El hundimiento

Se conserva en el Archivo Histórico Nacional un informe en el que el subsecretario del ministro de Marina, Valentín Fuentes, informa en un mecanuscrito, fechado el 13 de marzo de 1938, al ministro de Defensa de la República, a la sazón Indalecio Prieto, de cómo se produjo, en la batalla de Cabo Palos (6 de marzo de 1938), el hundimiento del crucero Baleares y de cómo dos destructores ingleses llegaron dos horas después para ayudar a los náufragos, algunos de ellos mallorquines.

El Baleares estaba acompañado por los cruceros Canarias y Almirante Cervera, que tuvieron que dejar a su suerte al Baleares porque, como se lee en el informe, aunque intentaron ayudar «no se decidieron a arriar los botes y emprendieron inmediatamente la fuga, al presentarse la aviación leal». La aviación republicana no dejó acercarse a los cruceros sublevados impidiendo que pudieran recoger a los náufragos, aunque afortunadamente llegaron los destructores ingleses.

El Baleares (y el crucero ligero Almirante Cervera) tenía desde febrero de 1937 su base naval habitual en Palma, en tiempos de guerra contaba con una dotación de 1.255 hombres, tras su hundimiento murieron 787 marineros y 436 sobrevivieron. La mayoría de marineros eran vascos, gallegos y andaluces pero también hubo un grupo de voluntarios baleares, entre ellos 20 chicos que eran flechas o procedentes de la Falange Naval de Palma. Tras el hundimiento, 25 mallorquines sobrevivieron y unos 35 desaparecieron. No es descabellado afirmar que algunos de ellos pudieron ver las afectuosas cartas y dibujos (ukiyo-e) que les mandaron las niñas japonesas.

Cartas y postales

En 1940, mucho después del hundimiento de Baleares, unos pescadores encontraron entre los restos un paquete de cartas y 12 dibujos que para sorpresa de las autoridades eran japoneses. En 1938 en la prensa nipona aparecieron varios reportajes sobre la Guerra Civil, lo que animó a muchas niñas japonesas a escribir a los soldados españoles como ‘madrinas de guerra’, así lo hicieron treinta jóvenes solteras de la escuela católica de las Teresianas de Kojimachi y de otro varios lugares de Japón. Sus cartas tienen en común que animan a los soldados a luchar contra el comunismo porque consideran que el Frente Popular es un títere de la Unión Soviética. En la que, por ejemplo, mandó la señorita Umiko Okamoto, de 14 años, desde la Escuela Femenina de Kanda, escribe «rezo por los soldados españoles que no podrán leer mi carta». En la misiva explica, con gracia, al marinerito de turno que «no me entero del clima y de la geografía de su país». Otra estudiante escribe desde Yamaguchi, el 3 de febrero de 1938, que «España debe ser un hermoso país que abunda en viñas. Y yo pregunto, ¿por qué ocurrió la guerra en ese pacífico país?». Añade que tienen entendido que en España hace mucho calor y que consecuentemente desfilar debe ser muy duro.

Natsuko Sasaki, desde Hiroshima, les dice a los marineros que «tenemos que superar las barreras entre España y Japón», y que se informa de la Guerra Civil por la prensa y el cine.