Yolanda Martínez posa en su casa. | Pilar Pellicer

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Retrocedemos a 2004. Yolanda Martínez, ahora 45 años, empezó a tener pensamientos terroríficos. Tuvo que lidiar con lo más racional y lo más irracional, con el caos y el miedo y luchar con el bien y el mal. Podría parecer una escena de El Sexto Sentido, pero a esto ponemos nombre completo: trastorno esquizoafectivo.

Yolanda, que hoy ha conseguido convivir con su enfermedad, se ‘desnuda’ por el Día de la Salud Mental. Muestra su antes y el después. Quiere expresar que de esta se sale y que la ayuda profesional es fundamental.

Su historia con la medicación para tratar su diagnóstico ha tenido una etapa agridulce. «Recuerdo que con el primer proceso estuve seis meses confinada en casa. No sabía lo que me pasaba y desconocía mi enfermedad. Aunque poco a poco te vas sintiendo mejor, el proceso es muy lento». Ella sólo sabía que tenía que medicarse pero sin saber por qué. Al verse cada vez más bien, decidió por cuenta propia abandonar la medicación. Nos remontamos ahora a 2006. «Dejé el proceso, pero no se lo conté a nadie», cuenta. Y Yolanda volvió a tener otro brote psicótico.

Su último mal trago lo tuvo en 2014. Tercer brote. Los médicos ya la ingresaron y permaneció en el hospital diez días. «Pedí que por favor me dejaran salir. Le dije al enfermero que yo ya estaba bien. Sin embargo, tuvo paciencia y «me di cuenta de que tenía sí tenía una enfermedad. Antes no lo aceptaba». Cuando pudo salir, «fue el día más feliz de mi vida», confiesa.

Autonomía

La historia de Yolanda es de auténtica superación. Desde ese episodio en el hospital, no dejó las pastillas y su vida cambió. Tres años después entró en un curso de Auxiliar administrativa de Formación Dual, de la Asociación Gira-Sol. Durante este tiempo también consiguió el servicio de Suport a l’habitatge, de la entidad 3 Salut Mental. La mujer ha vuelto a nacer: «Hice un cambio radical. La formación me ayudó a tener rutina, a conocer gente y a sentirme bien porque me comprendían. Eran una pequeña familia». Este agosto se graduó y ya es oficialmente independiente.

En su vida ha querido señalar otro demonio que le ha hecho sufrir: el estigma social. «Lo he vivido en mis propias carnes. Tener una enfermedad y que te llamen loca, hace mucho daño. Te das cuenta de que tus amigos dejan de serlo». Pero hoy, fuerte y feliz, se muestra normal, con trabajo estable y una autonomía completa. Yolanda ha querido celebrar este día desde la otra parte de la película, la de aprender de una enfermedad para poder avanzar.