Un hombre y una mujer con apariencia de turistas, comprando turrón en una tienda de Palma. | Teresa Ayuga

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Dos tiendas –no muy alejadas entre sí– abren todo el año en Palma en tiempos de normalidad. Ambas son de un sólo producto. Una vende turrones, haga frío o calor; sea Navidad o no lo sea y la otra únicamente ropa de baño y algún que otro accesorio.

Cerraron durante el estado de alarma y la dos han vuelto a abrir. La primera, la de los turrones, hace sólo unos días. Ninguna de las dos tiene más de tres años y aún les une algo más: que se ubican en un entramado comercial de calles que, históricamente, es la última en despertar. Ningún comercio abre hasta pasadas las diez de la mañana.
¿Ropa de baño y turrones en cualquier época del año? ¿Y hay margen para eso? Sí, responde Anabel, de Torrons Vicens, en la calle Bosseria. Sí, responde Wanda, encargada de Vilebrequin en la calle Sant Nicolau.

El termómetro se aproxima a los 31 grados y Anabel envuelve cuatro piezas de «turrón blando clásico artesanal». Se las ha llevado una pareja que habla inglés. No son turistas dice la mujer, sino que viven en Palma, aunque el look sí que es parecido al de cualquier turista.

«Sí, sí, viene gente y no sólo turistas. El turrón es un dulce que se puede tomar todo el año; igual que el chocolate y las galletas que también vendemos», dice su encargada de la tienda. Son turrones de Lleida y cuando la empresa decidió instalarse en Palma, sabía dónde lo hacía. En el pasado, ese local con dos entradas (además de por Bosseria, por l’Argenteria ) fue la mercería Casa Bet. Hay mallorquines y residentes que también compran sus productos en cualquier época del año, afirma Anabel, que pronostica que «entrará más gente, igual que entró ayer».

No ha entrado todavía nadie en la tienda de ropa de baño donde Wanda informa que «aquí no hay rebajas» y que quienes entran a comprar algo saben que «es una tienda de lujos». La única de su marca, francesa, en Baleares. La pieza más barata que puede comprarse allí no baja de los 200 euros.

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Wanda revisa un maniquí en un comercio de ropa de baño de lujo que abre todo el año.
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Muchas incógnitas

«Sí, compensa abrir en invierno. Hay mallorquines que viajan mucho, que tienen dinero y que se van al Caribe, a Australia y a sitios así», dice. Este verano no será como otros pero todavía espera que lleguen turistas.

Hay varias tiendas que no han abierto en esa calle y que quizá no lo hagan. El 31 de marzo, el italiano Eustachio tuvo que pasar por su tienda de zapatos de importación. Aquella mañana le habían avisado de que le llegaba un camión con varios palés de zapatos. No pasaba nadie. Metió la cajas en la tienda y ahí siguen. «Igual me los tengo que comer», comentó entonces tras dar por perdida la temporada de verano.

El ambiente de Sant Nicolau y el de las escalinatas que llevan a la plaza de Cort todavía recuerda en parte al del inicio del estado de alarma y a sus sucesivas prórrogas. Nunca ha habido rebajas en esa zona palmesana que se define como ‘bien’ o ‘pija’ según la personas que la aludan. Allí, hay comercios que cambian de nombre y actividad con frecuencia. Se pagan alquileres caros y muchas veces no compensa, explica un comerciante que prefiere no identificarse. «Es lo que hay, ya veremos» es el comentario más recurrente.

Un cartel de ‘próxima apertura’, allá. Sí, pero en la avenida Argentina. Le llaman Josimes y se prepara para abrir el 6 de julio un bar de tapas y vermús. Se llamará Doña Perfecta. Se lo dedica a su abuela, que así se llama.

Son las dos caras de las normalidad en el verano de 2020. Entre turrones y bañadores.