Una aula vacía y con las sillas sobre los pupitres; estampa habitual en todos los centros educativos de Balears. | Efe

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Aunque a un nivel inferior que los miles de fallecidos o la recesión económica cuyos efectos ya comienzan a notarse, uno de los problemas sociales más relevantes que ha dejado la crisis del coronavirus es en las escuelas, que permanecen cerradas (desde la fase dos, solo parcialmente) desde que se decretó el estado de alarma.

No solo porque los estudiantes no habrán podido completar este curso de manera normal, algo que en consecuencia debería provocar una carencia en su formación académica, sino también porque el cierre de los colegios ha puesto de manifiesto que la escuela facilita la conciliación laboral. Las sociedades occidentales se han organizado de este modo: mientras los padres trabajan, los niños están en la escuela.

Buena parte de la controversia generada en torno a la reanudación del curso tiene este origen. Por supuesto que las posibles carencias formativas también han generado preocupación a los progenitores, pero lo que más les ha molestado del cierre de aulas son las dificultades para conciliar.

El Govern, autoridad competente en educación, apenas ha hecho nada, más allá de tratar de dar una solución a la brecha digital (otro problema que ha emergido con el estado de alarma) y reunirse con unos y otros para abordar la problemática. Decisiones, ha tomado pocas, si bien lo más probable es que si hubiera adoptado alguna también habría recibido reproches.

Se le ha criticado por no ordenar la reapertura de los centros, pero si lo hubiera hecho y los patios estuvieran otra vez llenos de niños jugando (tocándose, compartiendo el balón de futbol, lo que sea) las autoridades sanitarias y los defensores de las medidas de distanciamiento y seguridad estrictas habrían puesto el grito en el cielo.

¿Era lo más razonable, acabar el curso telemáticamente (salvo para los que acaban ciclo) y aprobarlos a (casi) todos? ¿Es función de las escuelas, facilitar la conciliación? Si este es el problema, ¿no se debería implicar igualmente a las empresas y las autoridades laborales? Este periódico ha hablado con cuatro maestros para conocer su opinión.

Helena Tur, profesora de Secundaria en el IES Emili Darder

Helena Tur, profesora de Secundaria en el IES Emili Darder

Helena Tur, profesora de un instituto de educación secundaria de Palma, advierte que «los niños se están levantando tardísimo. Los primeros emails de los alumnos los recibo a la una del la tarde y los sigo recibiendo hasta las tres de la mañana». Profesora de Lengua Castellana de 1º y 3º de ESO, cree que han perdido el horario y que tampoco no ha ayudado mucho el anuncio del aprobado general del Ministerio de Educación. «Muchos han desaparecido», se lamenta esta docente.

En plena adolescencia, estos chicos «no tienen disciplina» y además se han encontrado con circunstancias complicadas: «Tienen un panorama complicadísimo, con padres que no pueden pagar el alquiler o un caso de un chico que ha ido a un centro de menores y ahora trabaja mucho más que con los padres». Pese a la edad, «no saben trabajar de forma autónoma desde casa y a través de Internet. No es lo mismo que Bachillerato o la universidad».

Tur sostiene que «en la Conselleria d'Educación van perdidos, y lo entiendo. El problema es que los profesores nos sentimos bajo sospecha y nos acribillan con una burocracia inútil. La sensación de que existe esta desconfianza hacia el profesorado ya viene de antes pero ahora se ha magnificado. Parece que hay miedo a las reclamaciones de los padres, pero si promocionamos a sus hijos si hacer nada a cambio, estamos despreciando el trabajo y el esfuerzo de las dos primeras evaluaciones».

En cuanto a la vuelta al cole, Helena Tur señala que «hay miedo entre le profesorado, Muchos tienen más de cincuenta años y tienen problemas de salud. Tienen miedo al virus. Pero eso sí, todos somos partidarios de las clases presenciales pero con mucha menos ratio. Necesitamos que se garantice que no se transmite el virus».

El trabajo on line alarga el horario laboral de los docentes. «Si en clase pongo un ejercicio y lo corregimos todos, ahora tengo que recibir la foto de los 120 alumnos y tengo que corregirlo 120 veces. Y en una videoconferencia no están todos, así que lo tengo que explicar por escrito. Pero por desgracia, hay muchos casos de incomprensión lectora e incultura. Ha habido tantas actividades lúdicas y emocionales que se ha dejado atrás el trabajo de enseñar».

Tur cree que el profesor nunca ha estado bien valorado y esta situación «lo ha magnificado». Mientras tanto, la Conselleria d?Educació ya les ha advertido que para el curso que viene tienen que diseñar programaciones con tres escenarios diferentes: presencial con menos ratios y turnos de mañana y tarde, semipresencial con dos días on line y tres presenciales alternando grupos o un arranque de clase normal pero preparados para volver a casa si hay nuevo estado de alarma. La vuelta al cole, además, vienen con un documento extra: «Nos han pedido una declaración jurada de que no hemos estado con nadie en contacto con el coronavirus».

María Navarro, profesora de Secundaria en Sagrat Cor

María Navarro, profesora de Secundaria en Sagrat Cor

El caso de María Navarro tiene una doble vertiente: es profesora y también madre de dos niños en Infantil y Primaria. Precisamente a su hijo mayor, de siete años, le diagnosticaron un Trastorno de Espectro Autista (TEA) de grado 1 a los dos días del confinamiento. El desafío ha sido un triple salto mortal. Su pareja, además, es chef y propietario de un restaurante que ha tenido que hacer equilibrios para mantener la actividad.

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«Cuando mi marido y yo estábamos en casa me lo tomé muy bien. Él se encargaba de dar clase a mis hijos y yo de mis alumnos, que tienen 12 años y les doy clase de matemáticas y biología. Parecen autónomos pero no lo son. Se han escaqueado. Pero luego me pongo en su lugar y pienso en su situación y sus problemas».

Sus alumnos le han transmitido la tristeza que sienten por esta coyuntura y Navarro lamenta la forma en que se han impuesto las clases de manera remota. «Se ha dado por hecho que había unas circunstancias que en la realidad no existían. Se hizo de un día para otro y con los recursos que tenía cada uno desde casa. La vuelta al cole para nosotros y para los niños sería ahora una locura».

Frente a las críticas que puedan recibir sobre si trabajan menos desde casa, Navarro cuenta su caso y el de muchos de sus compañeros: «Es muchísimo más trabajo y supone un desgaste emocional y mental brutal. Pienso todo el rato en cómo estarán mis alumnos, en los motivos por los que no se conectan a la clase».

Navarro ya se ha mentalizado de que el próximo curso será atípico y «mi programación será todoterreno: para hacerlo en casa y también desde el cole. Adaptada a cualquier circunstancia. Es una metodología diferente y hay que adaptarse a lo que pueda pasar. Pero para mí supone un trabajo extra».

En medio de la incertidumbre laboral y personal, Navarro cuenta que ha visto a sus alumnos «muy sobrepasados por las circunstancias. Según ellos trabajan mas de lo normal. Y tienen ganas de que se acabe esta situación y volver al colegio. Es verdad que muchos se han adaptado y les va bien». Mientras tanto, «la Conselleria no saben por donde tirar. La información que nos manda son ‘consejos de' y las directrices que se contradicen al cabo de una semana. Y lo mismo pasa con el ministerio».

Navarro está dispuesta a volver a las clases pero no sabe cómo adaptar las infraestructuras a las nuevas demandas de ratios mas bajas. «¿Cómo vamos a hacerlo? ¿Cómo podemos ofrecer una educación de calidad? Solo se añade más incertidumbre».

Mientras tanto, en su faceta de madre de niños pequeños, reconoce que «no tenemos herramientas para trabajar con mi hijo mayor, que tiene necesidades especiales. Y ellos lo han pasado muchísimo peor que los demás, han sufrido con el cambio de rutina y la desconexión de su persona de referencia que es su profesor».

Navarro advierte que esta situación para el colectivo docente «no son vacaciones para nada, estamos crucificados como colectivo. Hay otras familias que después de esto reconocen mucho más el trabajo que hacemos y ven lo duro que es estar detrás de los niños». Unos niños que, por mucho que tengan la etiqueta de nativo digital, no es más que para finalidades lúdicas. «Saben hacer un video de Tik Tok pero luego no quieren grabar un video explicando un proyecto de clase. Y hay días en que les tengo que explicar cómo se le pone el nombre a un documento de word».

Mientras tanto, «los padres se han vuelto a sacar la ESO, la Infantil y Primaria» y los profesores «estamos dando el 200 por ciento. Todos, padres y profesores, hemos hecho lo que pensábamos que era lo mejor para los niños. Al final nos hemos visto desbordados con una cosa que se nos ha impuesto».

Magdalena Genovart, profesora de Secundaria en el IES Artà

SINEU. POLITICA MUNICIPAL. Magdalena Genovart , regidora de Fires

Magdalena Genovart es profesora de secundaria en el IES Llorenç Garcias i Font de Artà. Comprende que por razones sanitarias se cerraran las aulas, pero cree que es un acierto que los que este año completan ciclo académico hayan podido regresar para aclarar posibles dudas y clarificar contenidos. «Los de sexto de primaria, cuarto de secundaria y segundo de bachillerato tenían que poder volver».

No ve tan necesario que los estudiantes de los demás niveles tengan que regresar, «pero sí creo que deberían poder hacer un acto para clausurar el curso». «No se les ha dado la oportunidad de despedirse y creo que también hay que darles una salida a nivel emocional».

Respecto a los problemas de conciliación laboral y familiar, Genovart entiende que los padres reclamen la reapertura de los centros, pero advierte que «los profesores no somos 'tets' (niñeras)». En este sentido, se muestra partidaria de que esta problemática se aborde desde todos los sectores a los que afecta, es decir, que se busque la implicación de las autoridades laborales y las empresas.

Xisca Mena, directora de la escoleta 0-3 de Sineu

Xisca Mena, directora de la escoleta 0-3 de Sineu

La directora de la escoleta 0-3 de Sineu cree que si se reanudaran las clases en las circunstancias actuales los maestros «estarían con un 'no' en la boca todo el tiempo». «A ver, son niños de entre 0 y 3 años, muy pequeños, y evitar que se toquen o que compartan sus juguetes es muy complicado, por no decir imposible. Tendríamos que estar toda la mañana diciéndoles 'no hagas esto', 'no toques aquello', 'no os acerqueis'. Les agobiaríamos y no lo entenderían«, señala.

Xisca Mena comprende los problemas que sufren las familias para conciliar. «Soy madre de dos criaturas y tengo el mismo problema: no se dónde llevarlos». Explica que la escoleta de Sineu no ha recuperado la actividad presencial en la fase dos «porque no hemos tenido demandas, afortunadamente». Ello les ha dado tranquilidad. Sin embargo, aclara que con el Ajuntament (titular del centro) acordaron que si se producían (las peticiones) retomarían la actividad. «Creemos que debemos estar abiertos porque las familias deben tener una ayuda».