Una obra en la parte alta de Son Vida. Al fondo, Palma y su bahía. | Redacción Local

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Pese a tratarse de un barrio residencial rodeado de naturaleza, el silencio ha estado ausente en Son Vida los últimos años. La ingente actividad constructora –las grúas de obra se cuentan por decenas– lo asfixiaba: excavadoras allanando la montaña para habilitar parcelas, hormigoneras funcionando a toda máquina, camiones transportando material... No obstante, el silencio ha vuelto a imponerse en la urbanización desde este lunes, cuando al amparo del estado de alarma el Gobierno decretó la prohibición de cualquier actividad económica que no fuera –y la construcción no lo es– esencial.
Exceptuando los vecinos confinados en sus hogares, en Son Vida ayer no había ni un alma. Todas las obras estaban paradas. En la calle Binicaubell, en la parte alta de la urbanización, había media decena de parcelas donde alguien se está levantando un chalé. Todas exhibían el cartel de la licencia de obras y todas estaban pertinentemente cerradas. Ni el más mínimo rastro de un trabajador de la construcción.
Por la forma como habían dejado el material y las herramientas, parecía que los obreros se habían marchado casi abruptamente, como si fuera un viernes por la tarde y el lunes se tuvieran que reincorporar. Había sacas con tierra y restos de demolición a punto para que un camión se los llevara, herramientas encima de un andamio –como si el obrero que las había utilizada tuviera la intención de seguir con su faena tras un breve paréntesis–, hormigoneras junto a la calle...
En la vecina calle de Binifaldó había otra media docena de parcelas también en obras que ofrecían el mismo panorama. Frente a alguna se veía la furgoneta, vacía y estacionada, de la empresa que hace las obras. Dentro de una obra, una cabra confiada ante la ausencia de personas husmeaba a la búsqueda de comida.
Vigilantes
La determinación con que el Estado hizo cumplir la primera fase del confinamiento lleva a pensar que será igualmente impecable tras endurecer las restricciones. La policía, así como Inspección del Trabajo y la Conselleria de Treball, deben encargarse de que se cumpla lo establecido. Sin embargo, los sindicatos desconfían de que todos los promotores acaten las disposiciones del Gobierno y se mantendrán vigilantes.
«Aunque no se trate de promociones de plurifamiliares, en Son Vida sobre todo trabajan empresas grandes que creemos que sí acatarán las restricciones, pero queremos y vamos a comprobar si las pequeñas y medianas empresas también lo hacen», advierte Francisco Lahilla, responsable de construcción de Comisiones Obreras. «Esta misma semana tenemos previsto salir a dar una vuelta para vigilar si, efectivamente, todo el sector de la construcción ha paralizado su actividad», añade.
Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, anunció el sábado por la tarde que paralizaría la actividad económica no esencial, si bien después se dio todo el lunes de margen para que las empresas pudieran prepararse para un cierre más largo y recoger el material. Sin embargo, la premura con que el Ejecutivo implementó las restricciones creó malestar entre los promotores, que denunciaron que en algún caso se habían tenido que dejar «edificios con el tejado al descubierto en pleno proceso de construcción». La asociación de constructores se quejaron de que algunas empresas ni siquiera habían tenido tiempo de recoger las herramientas.

Mac Insular

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La concesionaria del tratamiento de residuos de demolición, Mac Insular, informó ayer de que ha reducido «al mínimo imprescindible» su actividad después de que se ordenada la paralización del sector de la construcción. Así, únicamente admite restos procedentes «de servicios de obra esenciales».

Mac Insular sí admitirá los residuos voluminosos recogidos en el marco de la limpieza viaria y todos los neumáticos fuera de uso, dado que el transporte es considerado servicio esencial. En estas circunstancias, anunció que cerraría las plantas de Llucmajor, Porreres, Calvià, Artà, Manacor e Inca y que solo abriría la de Bunyola.