Las aerolíneas siguieron ayer con la repatriación de turistas, en este caso a países nórdicos.

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El aeropuerto tocó este viernes fondo en todos los sentidos. Turistas a cuentagotas, regresos in extremis desde Asia y América y mucho temor a una pandemia que ha hecho trizas las previsiones turísticas, las esperanzas de miles de familias y colocado a una infraestructura como Son Sant Joan en mínimos. Curiosamente, los pasajeros coincidieron en una cosa, quizás tranquilizadora y esperanzadora, que las medidas de seguridad en Palma superan a las de Madrid, Londres, Santo Domingo, San José (Costa Rica) y Los Angeles.

Vuelos de repatriación a países escandinavos, Alemania, Suiza, Austria y el Reino Unido, dieron color a una jornada con pasajeros de regreso desde Mauricio, Costa Rica, Estados Unidos o República Dominicana. Muchos de ellos tomaron el último vuelo antes de cerrarse fronteras, tras soportar un duro periplo de cancelaciones, retrasos y esperas en las terminales. No es fácil sobrellevar la actual crisis generada por el coronavirus, pero ver a un aeropuerto semivacío, sin actividad turística y con el temor de que esto va para largo, no es el mejor mensaje que se puede dar en estos momentos, pero la realidad se impone como un duro sopapo a las previsiones más optimistas.

Trabajadores como Tomás Soto, de viaje de Palma a Eivissa, o vacaciones truncadas allende los mares, caso de Julián Sansó o Mateo Martí, en Costa Rica, o de Lucilla Canevaro procedente de Mauricio, en este caso con escalas por doquier para no quedarse aislada, fueron la punta del iceberg de historias de todos los colores con un mismo objetivo: llegar a casa a toda costa.

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Fue, en este sentido, una jornada de regresos de estudiantes en Estados Unidos, que han logrado evitar quedarse confinados en estados como California. Las familias Capó y Llull son el vivo ejemplo de ello. La mallorquina Laura Capó ha visto como ha acabado su curso escolar de raíz en Phoenix (Arizona), pero la alegría de sus padres por viajar con ella desde Estados Unidos a Palma «compensa todas las horas de viajes que hemos realizado». Llegar a España y encontrarse de bruces con aeropuertos al ralentí con pasajeros con mascarillas, recelosos y con muchas prisas para volver a sus destinos, es algo a lo que tendrán que acostumbrarse a partir de ahora en Mallorca.

Pocas bromas y mucha seguridad en el aeropuerto, con controles exhaustivos, al mismo tiempo que muchas prisas por subir al avión y largarse lo antes posible o quedarse confinados en sus casas. No estamos ante una crisis cualquiera y la precaución manda en una situación incontrolable y con muchas aristas.

La ‘Farmacia Aeropuerto PMI’, en la zona de facturación, fue ayer el auténtico termómetro de una jornada sabatina atípica en Son Sant Joan. Malik Moreno, uno de sus responsables, apuntaba: «Tenemos que agudizar el ingenio para poder ofrecer productos que los turistas nos demandan y que están agotados, como los geles. Elaboramos soluciones hidroalcohólicas con la misma efectividad. Por lo demás, tranquilidad absoluta».

Tranquilidad absoluta, pero con la vigilancia necesaria en la zona de llegadas para avisar a todos los pasajeros que a partir de ahora deben extremar al máximo todas las medidas preventivas y de control en su vida diaria. El rosario de contagiados y muertos por el coronavirus no para y en las dos próximas semanas se esperan los peores registros. Máxima higiene y respetar los consejos sanitarios. No hay más.