Visitamos una vivienda tutelada de Palma. | M. À. Cañellas

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El silencio de la mañana en un centro de menores cuya tutela es de la Administración es exactamente el mismo que inunda cualquier casa con niños en horario lectivo y de eso se trata, de vivir la normalidad. El Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS) tiene en acogida residencial a 359 menores. Niños que se han declarado desamparados tras valorar su situación de riesgo, y que la Administración acoge y salvaguarda para que fuera del que fue su primer hogar, puedan tener una nueva oportunidad. «Somos terapeutas de la vida cotidiana», dicen sus responsables. Ultima Hora ha visitado dos de estos centros después de que el mismo Consell de Mallorca hiciera público que ha detectado 16 casos de explotación de menores bajo su tutela.

Han dejado pasar un tiempo prudencial tras una sobreexposición mediática en la que muchos han cuestionado su labor, han señalado a los niños o han politizado una problemática social. Los educadores piden respeto, no generalizar y «sensibilidad y responsabilidad» para con los niños. «No podemos olvidar que estos chavales son víctimas y cuando suceden cosas como las que han pasado en las últimas semanas lo que estamos haciendo es revictimizarles. Más allá de la historia de vida tan dura que tienen, ahora están siendo señalados con el dedo», explica Toni Ferrer, coordinador de la Llar Grec, que acoge a ocho adolescentes.

«No son niños problemáticos, son niños con sufrimiento, con secuelas emocionales que a veces dirigen su dolor hacia afuera o hacia sí mismos», añade Margarita Vidaurreta, directora de la residencia infantil Padre Montalvo. Defiende la labor de unos educadores más formados y preparados que nunca y pide echar un vistazo a cómo ha evolucionado el sector en los últimos años. «Están faltando al respeto al trabajo que se hace, al que nos dedicamos en cuerpo y alma. Estoy viendo un espectáculo lamentable. Pedimos que se respete la intimidad de los menores, que dejen a las niñas en paz».

Han decidido abrir las puertas de los centros conscientes de que la gente no conoce su trabajo. «Se han dicho muchas cosas, de manera generalizada, que evidencian que no conocen el sistema de protección del menor, ni los centros. Nos hemos sentido en la palestra», señala Toni Ferrer.

En los centros tutelados, «el trabajo que se hace es artesanal desde el punto de vista terapéutico y educativo», define Vidaurreta. Los chicos llegan a estas residencias de forma progresiva. Durante unas semanas van a comer o a cenar, pasan ratos allí para conocerse y, como en cualquier hogar, hay unas normas de convivencia. «Tienen ayuda pero se reparten las tareas, preparan la cena cada día uno y al acercarse la mayoría de edad se les entrena en las tareas a las que deben enfrentarse en el futuro desde cocinar, comprar sus cosas, ir al banco, preparar documentación…», explica el director del centro de adolescentes, Pau Alomar.

Tienen una habitación propia o la comparten según las necesidades. Por las mañanas van al colegio, acompañados en el caso de los más pequeños, por las tardes realizan actividades extraescolares o tienen tiempo libre. El fin de semana muchos de ellos lo pasan con sus familias. Y más allá de la convivencia también se les hace un seguimiento.

Tampoco se escapan de las discusiones, «los niños están acostumbrados al caos por sus contextos familiares, por eso necesitamos orden». En el centro de Padre Montalvo una mala conducta tiene consecuencias como la retirada de privilegios que puede ser la Play Station, o bien refuerzos positivos por buena conducta como un incremento de la paga semanal.

Reconocen que ha habido casos de fugas con no retorno, como se denomina técnicamente al hecho de que un menor salga pero no vuelva a la hora indicada. «Ha sido con niños que tienen mucho malestar emocional, se sienten saturados y tiene poca tolerancia a la frustración», explica la coordinadora del centro, Emma Sabio. En estos casos se llama al 112 y en función el perfil del niño hay un plazo de cuatro horas para poner la denuncia. «Se lo comunicamos al IMAS porque son sus tutores y hacemos también la investigación, llamamos a los amigos para saber dónde puede estar, los niños nos ayudan…», explica Vidaurreta. Una vez están de regreso se averigua qué ha pasado y se activan los mecanismos de trabajo terapéutico.

El reto: preparar a los adolescentes para la emancipación

Alrededor de la extensa mesa del comedor de un centro de tutela de adolescentes «hay momentos de charla, de tertulia, en los que se tocan muchos temas que en otro ambiente no saldrían», explica su coordinador, Toni Ferrer. Uno de los que más les preocupa es el momento para la emancipación al cumplir los 18 aunque siguen dentro del sistema. «No tendría sentido tenerles protegidos solo hasta la mayoría de edad. Se les ayuda desde los 17 y se les entrena a diario». Entre sus conversaciones se incluye, por ejemplo, las fórmulas disponibles para encontrar trabajo.