Manel Domènech. | Click

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Manel Domènech es miembro del grupo Arruix Borbons, que días atrás se manifestó frente al Palacio de la Almudaina contra la Familia Real.

Es un hombre que se ha hecho popular a través de las redes sociales, en las que se le ve en todas partes, entre otras cosas porque su barba y sombrero le delatan. Y por lo que la gente le dice.

A decir verdad, pensábamos que era un nacionalista republicano de esos que no hablan ni una palabra en castellano y que lee en catalán y… Pues no. Estuvimos en su casa, hablamos siempre en español, observando que en su librería, la mayoría de libros son en castellano, con una diferencia bastante grande respecto a los escritos en catalán.

Marivent y Son Vent

«¿Y por qué no? Porque también tengo en francés y en italiano… ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra para lo que estamos pretendiendo, que no es más que las cosas queden en su sitio, y que no es más que Marivent vuelva al pueblo, porque así lo decidió Saridakis? ¿Y qué ha pasado? Pues que en otros países, los palacios de los reyes y de los zares, se han transformado en museos -se refiere al Louvre, en París, y al Hermitage, en San Petesburgo-, aquí ocurre todo lo contrario. Los reyes, que tienen su palacio, que es La Almudaina, gracias a la intervención de Tchokotoua y el marqués de Mondéjar, logran que la Diputación franquista convierta el museo de Marivent en su residencia de vacaciones, cuando, insisto, Saridakis lo donó, junto a su obra, al pueblo. Y por ello, al principio, los herederos de este pleitearon, pero al desaparecer la Diputación, Marivent pasa al Govern, que negocia con ellos, los herederos, quienes ceden la propiedad del palacio quedándose con los muebles y obras de arte, con lo cual el pueblo se queda sin lo uno ni lo otro», explica.

Jardines

Domènech también tiene su opinión sobre las visitas a los jardines de Marivent. «Marivent tiene 33.000 metros cuadrados de jardines, de los que, el año pasado el pueblo dispuso solo de 9.000, excepto en Semana Santa y verano, que no dispuso de ninguno». Y es que «además está Son Vent, las otras dos casas que han construido para las infantas, así como una serie de viviendas para servicios. Es más, Porto Pi también se puso al servicio del yate real», añade.

Eso por una parte, dice Manel, que nos ha invitado a tomarnos un café, momento que aprovechamos para preguntarle si siempre ha llevado barba. «Pues sí, incluso la llevaba antes de hacer la mili como voluntario en Aviación. Me la corté durante los tres meses de instrucción, y tras pedir permiso, me la dejé, no tan larga como ahora, pero la llevé de soldado. Mi mujer me conoció con barba».

Por otra parte –y siguiendo con el relato anti Borbón- «tampoco estamos de acuerdo en cómo se comportan. Porque, por ejemplo, la reina de Inglaterra, jefe del estado de Canadá y Escocia, no intervino ni opinó lo más mínimo en los respectivos referéndums de autodeterminación. Pero es que Felipe VI, en un 3 de octubre se puso en contra de dos millones trescientos mil catalanes, con lo cual perdió el papel de moderador que le otorga la Constitución, para convertirse en portavoz de los otros».

«He sido maestro 40 años»

Vamos caminando hasta la Almudaina. Lleva pantalón corto, pero su barba y sombrero le hacen reconocible. Durante el camino le preguntamos qué opina de lo que dicen de él en las redes sociales, porque lo que se dice ponerle bonito, no le ponen. Todo lo contrario. Le llueven los palos por todas partes.

«Mire, cuando la gente se mete conmigo, preguntando que cuánto cobro por estar ahí, no lo tomo en consideración. ¿Por qué? Porque esa gente no concibe que pueda haber personas que hagan las cosas por nada. Como es mi caso. Sí, me han llamado hasta parásito. Pero es que vivo de mi pensión de maestro, profesión que he ejercido, y por la que he cotizado, durante 40 años. Y si fui maestro fue gracias a los sacrificios de mis padres… Mi padre -recuerda- era taxista. Por tanto, esa pensión me permite dedicar mi tiempo a lo que quiera».

Eso significa que Manel, fiel a sus ideas, por muchas críticas que reciba por lo que diga, o por aparecer donde considere que tiene que aparecer, lo va a seguir haciendo.