Juan Prat y Coll, ante la estatua de Junípero Serra en la rotonda del Senado, en Washington.

TW
12

El diplomático catalán con raíces mallorquinas Juan Prat y Coll (Barcelona, 1942) acaba de publicar De Cataluña a Catalunya. Sorprendentes e inesperados destinos (Memorias de un embajador de España).

De 'Cataluña a Catalunya'. ¿Por qué titula así sus memorias?
—Simplemente porque cuando yo salí de España en 1970 para representarla en el exterior, Cataluña se escribía con ‘ñ’ y al volver, incluso en los escritos en castellano, me la encuentro escrita con ‘ny’. El título esconde algo de ironía porque es algo que nos debiera hacer reflexionar. Parece que estamos pretendiendo resolver viejas polémicas identitarias históricas haciendo concesiones lingüísticas en lugar de intentar analizar las cuestiones con profundidad y seriedad. Yo soy catalano-balear, nacido y criado en Barcelona de padre catalán y madre mallorquina. Nunca me ha planteado ningún problema ser español, catalán, mallorquín o europeo.

¿Cree que el conflicto con Cataluña ha afectado negativamente a la imagen de España?
—Los hechos del 1 de Octubre afectaron indudablemente a la imagen de España por lo mal que se gestionó por parte del Gobierno, pero aquello pasó y España ha recobrado su buena imagen, si bien el problema catalán deja perpleja a mucha gente, que no lo entiende bien. El tema está en quien maneja mejor hoy a la opinión pública mundial para explicarle el ‘problema catalán’. Lo que sí puedo decirle es que en Bruselas donde vivo desde hace tiempo vinculado a los ambientes europeos, España sigue teniendo una muy buena imagen de país democrático pero Cataluña ha pasado de ser un referente para las demás regiones europeas a ser vista como un problema. Una pena.

En España no ha gustado la negativa de Bélgica a extraditar a algunos exconsellers del Govern Puigdemont. También Bélgica acoge al rapero Valtonyc. ¿Qué le parece?
—Todo esto lo que demuestra es que la construcción europea, a la que modestamente contribuí durante mis once años de estancia en la Comisión, no es aún perfecta y subsisten lagunas y diferencias de interpretación sobre la legislación comunitaria, al margen de las diversas interpretaciones nacionales sobre temas como la libertad de expresión. Esto ha beneficiado tanto a Puigdemont como a Valtonyc.

Usted representa a España en el extranjero desde antes de la Transición. Imagino que la reputación del país en el exterior habrá cambiado muchísimo en estos 40 años...
—Pues sí, tanto la reputación como la presencia. Antes de la Transición teníamos que batallar para que nos dejaran sentarnos en las reuniones de las instituciones internacionales. Después hemos conseguido no sólo estar sentados allí sino incluso ostentar muchos cargos importantes. Nuestra Transición fue un ejemplo para el mundo y sorprendió a muchos. Pero ahora no podemos dormirnos en nuestros laureles y debemos saber actualizar nuestras estructuras políticas para adaptarlas a una realidad social que ha cambiado, me atrevería a decir, más que en ningún otro país.

En el preámbulode ‘De Cataluña a Catalunya’ se muestra crítico con la manera en que se ha abordado la llamada ‘memoria histórica’...
—Mire, a mí lo de la memoria histórica no me puede parecer ni mal ni bien. El problema es que este concepto, del que ha empezado a hablarse tan solo hace unos años, me da la impresión que se utiliza para fines sospechosamente partidistas, con un discurso a menudo «más cargado de emociones que de razones, con tintes de intensa melancolía histórica» tal como reconocía el actual presidente del Senado, Manuel Cruz, en un artículo en El País. A mi modo de ver, si esa memoria histórica debiera servir para algo, sería para interpretar con objetividad y perspectiva el pasado, pero todo nuestro pasado, no selectivamente algunos periodos de ese pasado.

Usted ha mantenido una estrecha relación con Mallorca. De hecho, su madre era de Inca.
—Siempre me he sentido muy orgulloso de mis orígenes mallorquines, entre otras razones porque tengo de mis largos períodos de estancia en la Isla durante mi infancia y juventud los mas felices recuerdos de mi vida. Mis abuelos maternos eran de Inca. Él era de Can Barona y ella de Can Llesca, si bien sus verdaderos apellidos eran evidentemente otros es decir Coll y Sampol. Muchas veces íbamos a visitar a mis primos y a cenar en Can Amer donde disfrutaba con aquel frit tan típico que hace tiempo que no he vuelto a probar.

Usted veraneaba en la Isla.
—Yo viví esa Mallorca que era la isla de la calma, en la caleta paradisíaca de Portals Nous donde todos los que allí veraneábamos eramos mallorquines o catalanes, excepto una vieja señora, afincada allí desde 1932 y que poseía toda la parte derecha de la cala. Era la escritora e historiadora Dina Moore Bowden, a la que llamábamos s’inglesa cuando en verdad era norteamericana. Yo le caía muy bien porque a pesar de mi corta edad ya hablaba inglés. Ella fue la que descubrió y dio a conocer al mundo la figura de Fray Junípero Serra, que hoy tiene su estatua entre lo personajes más destacados de la historia de los EEUU en la rotonda del Senado en Washington. Hoy es una pena ver cómo están nuestras costas después de años de construcción desordenada y descontrolada que obligaron a mis padres vender nuestra casa de Portals.