Religiosas colombianas, Hijas de la Sagrada Familia, en El Toro, con el vicario general de Menorca, Gerard Villallonga.

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Dos enclaves emblemáticos de la Iglesia, por su historia y significación religiosa, el santuario de la Mare de Déu del Toro de Menorca -centro geográfico y espiritual de la Isla- y el convento de San Jacinto de Agullent (Valencia) son atendidos por las Hijas de la Sagrada Familia, una congregación fundada el 2011 en Barranquilla (Colombia).

Es una comunidad de religiosas nacida en el seno del movimiento «Lazos de Amor Mariano» que se dedica a la vida contemplativa. Al santuario de El Toro, patrona de Menorca, fueron presentadas en septiembre. Ese mes se incorporaron al convento de Agullent, que ahora se llama Monasterio Belén de la Inmaculada.

En el caso de Menorca cubrieron el vacío ocasionado por la marcha de las religiosas franciscanas Hijas de la Misericordia, que durante los últimos 49 años habían atendido y cuidado del santuario menorquín; mientras que en el monasterio valenciano sustituyeron a las monjas justinianas cuando marcharon y se reagruparon con otras religiosas de la congregación en Cuenca.

El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, metropolitano de las tres diócesis de Balears, y el obispo de Menorca, Francesc Conesa, han aplicado una solución similar ante la falta de vocaciones y el objetivo de garantizar el mantenimiento de estos espacios religiosos.

Opciones para Lluc

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El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, valora distintas opciones para garantizar la gestión y la atención del Santuari de Lluc, centro de espiritualidad de la diócesis por la viva devoción a la Mare de Déu de Lluc y símbolo de mallorquinidad. Una de las alternativas que se ha puesto sobre la mesa, aún cuando no se ha adoptado la decisión definitiva, consiste en incorporar una comunidad religiosa que venga a Mallorca. Las congregaciones presentes en la diócesis -de las órdenes franciscana, jesuita; teatinos y agustinos- registran también el impacto de la falta de vocaciones y el progresivo envejecimiento de sus integrantes, como ha sucedido con los ‘coritos' de Lluc.

El superior de los Misioneros de los Sagrados Corazones, Josep Amengual, afirma que «lo ideal sería traer a otra comunidad», tras admitir que «todas las comunidades están como nosotros, con poca gente y sin relevo generacional; por debajo de los 60 años hay muy pocos religiosos y los que están tienen trabajos muy precisos». La solución apunta a una congregación de fuera de Mallorca, como se ha hecho en Menorca y Agullent, pero «debería ser una comunidad que pudiera integrarse en la cultura mallorquina», advierte Amengual, consciente de la historia y la mallorquinidad que irradia el Santuari de Lluc como símbolo espiritual de toda Mallorca.

Sacerdotes secularizados

Otra opción para resolver este problema consiste en incorporar a presbíteros secularizados. Es una alternativa que valora el Obispado, teniendo en cuenta que mantienen su condición sacerdotal y aunque no imparten sacramentos pueden llevar a cabo numerosas actividades vinculadas a la Iglesia diocesana.

La marcha de los ‘coritos' de Lluc es una decisión que aprobó el 3 de enero pasado el Consejo General de los Misioneros de los Sagrados Corazones, cuando acordó devolver a la diócesis la administración del santuario que ha gestionado durante los últimos 128 años. El obispo Taltavull fue informado el 16 de enero, pero no trascendió hasta la semana pasada. El pasado lunes el Obispado difundió un comunicado donde informó que se ha abierto un periodo de reflexión «para estudiar como afrontará la atención al santuario en todas sus áreas».

Es una nueva situación que plantea un reto para la diócesis. Así lo reconoce Sebastià Taltavull que «apuesta con firmeza para que el santuario de Lluc continúe siendo la ‘casa pairal de tots els mallorquins' y el corazón espiritual de la Isla, como lo ha sido ininterrupidamente desde el siglo XIII». El Obispado asumirá durante este año la titularidad y la administración de la Escolanía de ‘els Blavets' para garantizar su gestión y continuidad.