Una visita a la Papelería Minerva, la más veterana de Palma. | Teresa Ayuga

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En 1938 Jaume Mut abre el negocio como imprenta y en 1967 se jubila y se lo cede a una dependienta, Nati Narbona, quien estuvo al frente del establecimiento hasta el año 2013, en que la papelería queda en manos de María José Noguera, prima lejana de Nati y actual propietaria.

La papelería Minerva, que toma su hombre de una marca de máquinas tipográficas, es actualmente la más antigua de la ciudad (tras el cierre de Casa Roca en 2016). Actualmente se diferencia de otros establecimientos por el hecho de que dispone de libros de contabilidad, libros para notarios, papel para hacer cocas de cuartos, para hacer turrones, papel barba, papel cebolla. Además, hace los sellos de farmacia, con corcho, para todas las islas. También dispone de tinta para máquinas antiguas de escribir, plumas estilográficas, rosarios, libros de primera comunión o frailes del tiempo. La principal clientela son los despachos profesionales de la zona.

Pero, pese a todos esos objetos, María José afirma que hoy día una de las cosas que más vende son los recortables y las figuritas, dos de los juegos preferidos de las niñas desde hace varias décadas. «Lleno una caja grande cada dos meses de figuritas y recortables y se agotan siempre».

La propietaria reconoce que desde que ella tomó la riendas de la tienda «he cambiado bastantes cosas». «Para mantener el negocio había que buscar cosas distintas, pues si no te vas a pique», comenta. Se congratula de que la caja de la tienda ha mejorado, «pero, claro, siempre estamos limitados al daño que nos hacen las grandes superficies y sobre todo la venta on line», admite.

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María José Noguera no tenía experiencia en el mundo de las papelerías cuando se hizo cargo de la tienda, ella venía del mundo de las editoriales y además ha escrito siete libros sobre la cocina mallorquina, menorquina e ibicenca.

Como ella dice, «estoy de pasada» y en cuanto se jubile quiere hacer otras cosas. «Yo me hice cargo del negocio porque la anterior propietaria no quería seguir y me sabía mal que la papelería tuviera que cerrar». Eso sí, afirma que lo ha hecho «con mucha ilusión» y está contenta, «aunque cuesta mucho mantener el negocio, porque los impuestos son muy altos y la semipeatonalización de la calle Velázquez también nos ha afectado mucho a los comercios de la zona».

Su clientela también viene de los pueblos de la isla, «por ejemplo para comprar calendarios». Ahora en septiembre cuenta que empezará la campaña de calendarios, de los que solo el año pasado vendió más de 1000 unidades, frente a los 300 que se vendían cuando ella llegó.

La papelería, que este año ha cumplido sus 80 años, tiene un futuro incierto cuando María José se jubile, ella asegura que intentará que se haga cargo alguien a quien le guste, ya que sus hijos no están interesados.
La propietaria entiende que el secreto para que un negocio sobreviva muchos años es «tener ilusión, pero sobre todo el trabajo de buscar cosas que no venden otras personas».