Imagen de la campaña electoral de 2014. | M. Joy

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La imputación y dimisión de la directora general de Turisme, Pilar Carbonell, por supuesta información privilegiada a favor de Cursach supone un nuevo bombazo intestino en la Conselleria de la calle Montenegro. Biel Barceló, su titular y cabeza de lista de Més, ha vuelto a quedar tocado. Ya tuvo que dimitir Pere Muñoz, apuesta personal de Barceló. El asunto de los contratos de Jaume Garau ha sido un torpedo en la línea de flotación de la estructura de mando en Turisme. Dentro de Més ya no existe ninguna duda de que en el primer semestre del año que viene tendrán que haber designado a su nuevo cabeza de lista. El tiempo vuela y han de superar el cúmulo de desgracias que asolan al caserón de Montenegro, esquina con la calle Sa Mà des Moro. «Biel ha tenido mala suerte», se comenta dentro del PSM, con conmiseración. Pero ya nadie da un céntimo por su continuidad.

Es cierto que hace mucho tiempo que Barceló ha dicho que no quiere seguir, que lo deja. Pero una cosa es el cansancio y el dar el relevo a otros al frente de la nave electoral y otra muy diferente que en Montenegro haya vals en blanco y negro cada dos por tres. La intención de Més es que Barceló agote legislatura, aunque manteniendo un perfil político cada vez más bajo. Mientras, ya se hacen quinielas sobre su futuro sucesor. Pero ahí ya se penetra en un espacio lleno de tinieblas y vaguedades. ¿Quién será el nuevo cabeza de lista?

Mientras en Montenegro se ha puesto el sol, Més cuenta con una nueva estrella ascendente. Es Miquel Ensenyat, president del Consell, que está logrando impulsar esta institución con iniciativas novedosas y creativas, además de ser modelo de buen funcionamiento interno con PSIB y Podemos. Pero otra cosa es el pétreo aparato de Més.

Ensenyat no sale en ninguna quiniela como posible sucesor de Barceló. La explicación de la masa gris econacionalista para descartar a Ensenyat es contundente: «Miquel no quiere. Lo ha repetido en diversas ocasiones. Desea continuar en el Consell». Y ahí se zanja la cuestión entre un misterio insondable de porqué no hacen ni el más mínimo esfuerzo serio y razonado para convencerle de que se ponga al frente del barco. Ensenyat es suficientemente listo para no mover ni un dedo. No lo necesita. El trauma Montenegro es tan hondo que la cabezas pensantes de Més son las que han de asumir toda la responsabilidad.

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De momento las miradas están puestas en la veterana Fina Santiago, actual consellera de Benestar Social. Pero Fina no proviene del PSM, sino de Iniciativa (ex Izquierda Unida). Y dentro del PSM habrá voces que reclamarán un cabeza de cartel de 'indudable' procedencia nacionalista. En este sentido, Fina tiene un comportamiento impecable. Ha acudido a prácticamente todas las concentraciones de las últimas semanas en protesta por los hechos de Catalunya. Allí la han visto numerosos miembros del PSM. ¿Pero será suficiente este gesto para que haya consenso? Además, Fina es una candidata ideal para arañar votos a Podemos, activo que Més no desprecia de ninguna manera.

Pero si se optase por un miembro del PSM ¿hay muchas opciones? «La verdad es que pocas», se admite dentro del partido. Tal vez Bel Busquets, coportavoz parlamentaria, diputada y actual secretaria general, el palmesano Noguera es imprescindible en Cort y...pocas opciones más. Descartado Ensenyat (perdón, 'autodescartado') habrá que ir pensando en Fina. Y en ir rezando para que Biel Barceló aguante hasta mayo del 2019. Habrá que clavarlo en la silla de mando, si es necesario.

Porque Montenegro es gafe. El edificio fue concebido en martes y trece entre aullidos nocturnos de lobos. Es un caserón demasiado lúgubre, demasiado húmedo, demasiado encerrado en sí mismo. Ni Drácula querría vivir allí. La Conselleria estrella del Govern Balear necesita un edificio emblemático, luminoso, vistoso, soleado, estilo la obra de Ferragut para Gesa, orgulloso y altivo, en primera línea, aunque ahora se caiga a cachos sin que Cort ponga allí un duro para rehabilitarlo.

Més ha de espabilar o el trauma Montenegro se le puede convertir en un problema político de primer orden a medida que se acerquen las elecciones.