Emilia Vargas con sus dos hijos. | P.S.

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«Ya no puedo más. Son mis hijos, lo que más quiero en el mundo, pero estoy muy cansada. Llevo treinta y cinco años sin descansar un solo día y estoy harta. No tengo vida». Son palabras de Emilia Vargas, de 60 años y poco más de 1,50 de altura. El dato es importante, porque cada día Emilia carga a cuestas a su dos hijos pequeños, Antonio y Bernardina, de 31 y 35 años. Sufren, desde pequeños, una parálisis cerebral que les impide moverse y hablar. Levantarse de la cama o ir al sofá supone para su madre una gesta titánica que se repite día a día.

La familia vive desde hace 15 años en un piso de protección oficial en La Soledat que no está habilitado para personas con discapacidad física. «De hecho, a ‘Beni’ unos voluntarios le rompieron sin querer la cadera porque al lado de la puerta hay una columna enorme y la silla de ruedas apenas cabe por ahí. Cada día tenemos que hacer maniobras imposibles porque es que no cabe», explica indignada.

Emilia enumera algunos de los obstáculos que se ve obligada a superar a diario. «Tengo que duchar a mis hijos con toallitas porque soy incapaz de meterlos en la bañera. Cada uno pesa sesenta quilos y si ya me las veo canutas para colocarlos en la silla, cómo los voy a meter y sacar de una bañera sin ayuda», explica. «Ahora tengo los brazos mal. Tengo artritis reumatoide, que me ha afectado a los brazos, a las rodillas y a la zona lumbar. No me puedo operar porque si lo hago, ¿quién se queda con ellos?», pregunta sin esperar respuesta. Emilia paga un alquiler de 500 euros por una vivienda de protección oficial. Recibe dos ayudas públicas de 700 euros con las que consigue sacar adelante a su familia. Hace varios meses, Emilia se puso en contacto con el Àrea de Benestar i Drets Socials del Ajuntament de Palma y la direcció general d’Afers Socials para poder «poder mover a los chicos cuatro veces al día, llevarlos al baño o de la cama al sofá. Allí me dijeron que sí, que no había ningún problema, pero que entonces me retirarían la ayuda». «Entonces, ¿cómo vivo?», se pregunta. Ahora, gracias a la ayuda que le ha proporcionado la oficina de la Defensora del Ciudadano, espera ser la primera persona que compatibilice los dos tipos de ayuda: la económica y la asistencial.