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Este verano hemos asistido a un creciente debate acerca de la masificación del turismo, que en su cara más amable reporta beneficios económicos, pero por otro lado compromete el medio ambiente, los servicios disponibles y, en definitiva, la calidad de vida de los baleares.

La frágil sostenibilidad de un territorio como Balears ha sido puesta a prueba este año incluso fuera de la estricta temporada alta, y como consecuencia, el centro de Palma ha sido tomado en ocasiones por hordas de cruceristas.

Algo parecido se plasma en dos imágenes, compartidas recientemente por la comunidad Terraferida, en este caso sobre zonas costeras protegidas y de especial interés.

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Se trata de sa Ràpita y Mondragó, fotografiadas los días 16 y 17 de octubre, respectivamente.

El buen tiempo climatológico estimuló en aquellas jornadas la llegada de numerosos visitantes, dejando una estampa más propia de los meses estivales.

Ante estas realidades, el mencionado perfil se plantea si vale la pena «seguir gastando millones de euros públicos en promoción turística y desestacionalización», y también «si no somos capaces de detener la masificación en los parques naturales más delicados con medidas racionales, cómo conseguiremos hacerlo en el conjunto de las Islas».

Entre los comentarios generados, algunos sostienen que «Mallorca es un parque temático. Todo está hecho para el turista», mientras otros apuestan por la vertiente más cortoplacista: «y que dure».