Mousa y Ahmd, en la Platja de Palma. | Click

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Mousa se asoma tímido por la puerta del albergue de la Platja de Palma. Es uno de los ocho refugiados procedentes del conflicto sirio que llegó a Palma el pasado lunes. Mousa proviene de Damasco, Siria. «La situación es muy difícil, está todo destruido, reducido a escombros», cuenta el joven, de 22 años. «Hemos huido del infierno, muchos amigos murieron por las bombas».

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La ruta que tomó Mousa para llegar a la Isla fue una odisea. Entró en el Líbano en coche y desde allí viajó en avión a Turquía, donde debía tomar una decisión que determinaría su viaje: compartir una patera de pequeñas dimensiones con otras 70 personas con destino Grecia. Mousa se subió a la barca neumática y tardó cuatro horas y media en llegar al país heleno. Desde Grecia cogió un avión a Madrid y desde la Capital viajó a Mallorca. Atrás se quedaba su familia, sus padres y sus dos hermanos. «Gracias a Dios todos están bien, se han quedado en Siria», agrega ilusionado.

El joven refugiado porta una gorra blanca, un polo granate y unos pantalones vaqueros que le han prestado en el albergue. Aquí no tiene dinero. Solo pasea y observa. El clima, dice, es similar al de su país. Le gusta la comida de aquí. «Pollo, pescado, patatas», enumera mientras camina por la Platja de Palma. Tras el encuentro con Ultima Hora, localiza a un compañero de viaje llamado Ahmd y se dejan fotografiar juntos. Ahmd tiene 44 años y sólo habla árabe. «Trabajaba en el aeropuerto de Alepo; allí se ha quedado el resto de mi familia. Esta Isla es muy bonita, estoy agradecido por el trato que hemos recibido».