Aina Calvo. | Teresa Ayuga

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Aina Calvo llegó digitada por Madrid a Palma para ser la candidata del PSIB-PSOE a Cort en 2007. En aquel momento se negó a que hubiesen primarias ya que quería el puesto asegurado. Se lo aceptaron. Fue nombrada alcaldesa con el apoyo de PSM y UM, partido que en aquella legislatura vivió su acta de defunción. Año y pico más tarde, Calvo fue nombrada secretaria general del PSIB-Palma. Era el 2009. Desde entonces ha protagonizado en pocos años la caída en picado más espectacular que se recuerda en abandono de electores a la par que la organización del PSIB en la capital ha ido debilitándose progresivamente.

Los resultados en las tres últimas generales hablan por sí solos. En 2008, con Zapatero como cabeza de cartel en Madrid, el partido socialista obtuvo en Palma 77.219 votos (un brillante 44,35%). Luego Calvo se hizo cargo de la organización en la capital y muy pronto comenzaron las tensiones y las capillitas. En aquellos momentos había unos 1.400 militantes socialistas en la capital. Ahora, de manera activa, no llegan a los 700.

En 2011 la pérdida de influencia del PSIB-Palma se hizo clamorosa: En las generales cayó hasta los 45.732 votos, un 28,42 %. ¡Se habían perdido más de 30.000 votos!. Unos meses antes, Calvo había perdido la alcaldía frente a Mateu Isern, que alcanzó una cómoda mayoría absoluta de 17 concejales. Pero Calvo no se dio por enterada de ambos fracasos y decidió mover a su organización palmesana para zancadillear, torpedear y apuntillar a Francina Armengol, sucesora natural de Francesc Antich al frente de la secretaría general del PSIB-PSOE en todas las Balears.

Sin hacer autocrítica de la pérdida de votos urbanos en la capital, tradicional e histórico vivero de apoyos socialistas en muchos procesos electorales, Aina Calvo se lanzó a la carrera para batir a Armengol en las primarias autonómicas. No lo logró, se tuvo que conformar con el 45% de los apoyos internos frente al 54% de Armengol, pero abrió un cisma de envidias cochinas cuyas consecuencias se arrastran hasta nuestros días.

El pasado 20-N, la Palma socialista recogió el amargo fruto de tanta discordia y tanta inquina. El PSIB-PSOE obtuvo 31.847 votos, un paupérrimo 17,63% en la capital, con serias sospechas de que la secretaria general de Palma trabajó muy poquito durante la precampaña y la campaña.

La dura consecuencia es evidente: El PSIB-Palma ha perdido más de 45.000 votos en los comicios generales entre 2008 y 2015, un ¡250 por 100 de caída. Lo nunca visto! Sin embargo, nadie ha escuchado la más mínima autocrítica por parte de la secretaria general de Palma, que llevó al partido a una lucha fratricida de película de terror en 2014, en las primarias, por su desmedida y frustrada ambición de ser la candidata a la presidenta del Govern.

Sin la capital no hay movimiento de transformación firme y sólida para un partido de izquierdas, por mucho que el PSIB se mantenga relativamente fuerte en numerosas localidades del Archipiélago. Ahora los dirigentes socialistas crearán «grupos de estudio» para analizar las causas de la caída socialista y para intentar retomar la iniciativa. Convendría que recordasen que no hay motor que funcione sin armonía interna.

Convendría que tuviesen muy presente que el signo de los tiempos y el rumbo de los asuntos públicos avanza de la mano de las clases medias urbanas ilustradas desde hace más de dos siglos. No hay movimiento de cambio sin teoría del cambio. Y si los encargados de articular teorías y de tener la capacidad de convertirlas en práctica,dentro de los ámbitos urbanos, se dedican a la política de zancadillas y a los subjetivismos combinados con ambiciones y egos, la pérdida de apoyo electoral está servido. Donde florece la egolatría se marchitan las ideas.

O el PSIB retoma y reorganiza Palma, con dirigentes serios y de nivel intelectual sólido, o corre el riesgo a la larga de convertirse en un partido minoritario y sin influencia en la capital.