La ubicación del nuevo hospital de referencia de Balears cerca del emblemático monasterio levantó una ola de indignación popular. De nada sirvió. | M. Joy

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Son Espases es una cicatriz en plena cara del autogobierno balear. «Aquí han hecho el ridículo todos. Es la prueba de la supeditación de Balears a los intereses de Madrid sin distinción de colores políticos», comenta un político que se define a sí mismo como «asqueado».
Durante la legislatura 2003-2007 y en plena guerra sobre el Plan Territorial que impulsaba el Consell, Jaume Matas no tuvo otra idea que enterrar el caduco Son Dureta y sustituirlo por un superhospital de referencia. Había dinero a espuertas. Las grandes promotoras madrileñas acudieron raudas a un panal de 600 millones de euros además de la concesión durante 30 años de los servicios del macrohospital, desde los aparcamientos a la limpieza.
Al principio Matas jugó al gato y el ratón con la ubicación. Había tres o cuatro lugares posibles. Pero pronto comenzó el revoloteo de compra de solares próximos al que resultaría elegido. Con el tiempo, los tres responsables de Urbanismo en aquella época, Massot (Govern), Vicens (Consell) y De Santos (Cort) acabaron en prisión, por diferentes motivos que «por supuesto» nada tenían que ver con Son Espases o solares adyacentes. Pero ya es casualidad tal ritmo de encarcelamientos entre altos cargos que debían velar por una misma disciplina. A De Santos incluso le «cazaron» en un burdel gay. La lucha era feroz.
Pero antes, cuando Matas mostró sus cartas de dónde haría el hospital, la izquierda balear montó en cólera en defensa del monasterio de La Real. Se organizaron manifestaciones de protesta, hubo desgarro de vestiduras y consiguieron que la indignación llegase al electorado. Matas fue descabalgado del poder en 2007, aunque antes había adjudicado la construcción de Son Espases a la promotora capitaneada por el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, tras un concurso plagado de incidentes que provocaron la imputación de la por entonces consellera Aina Castillo.
La sorpresa vino luego. El nuevo Govern de progreso, presidido por Francesc Antich, paralizó las obras,... dos meses. Finalmente, en septiembre del 2007 dio la definitiva luz verde a la construcción del macrohospital. «Antich se llevará a la tumba las presiones que tuvo que soportar, que sin duda venían de Madrid, incluso de altos cargos de su propio partido, ministros de Zapatero», afirma este político. «En la capital nadie le gana un pulso a Florentino, sea de derechas o de izquierdas».
Y ahora, con las nuevas rondas de testimonios ante el juez, la autonomía balear muestra su cicatriz en la cara. Rodrigo de Santos hablando de las comisiones del 3% que cobraba «siempre» el PP Balear y el empresario Gabriel Sampol indicando que ya le avisaron de que le harían la pirula. Y Matas sigue callado tras su periplo americano, su enclaustramiento en Madrid, su paso por el penal de Segovia y su actual resistencia a declarar. «Éste sí que se llevará secretos a la sepultura, muchos más que Antich. Su error fue creer que siempre estaría protegido, pero las crisis económicas funden las corazas más sólidas».
Pase lo que pase, lo seguro es que impoluto, flotando en las alturas y muy por encima del bien y del mal, «Florentino siempre gana. Es mucho más efectivo y eficiente que su adorado Cristiano Ronaldo». Mientras, la «colonizada» Mallorca tiene que asumir con Son Espases una de sus más feas vergüenzas, su humillación como pueblo.