Un momento del desfile de Sa Rua en Palma. | Teresa Ayuga

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Los Navy Seal marcaban el perímetro por el que iba a dar comienzo Sa Rua de Ciutat, que se iniciaba en La Rambla, un paseo que desde hace pocos días ya no pertenece al «Duque...em...Palma...do». Sonaba el Gangnam Style, sempiterno durante el recorrido, y aparecían los disfraces de emoticonos, omnipresentes en los servicios de mensajería instantánea. El hormiguero Dimoniet daba cobijo a la estirpe de hormigas que le acompañaba hasta que apareció Velázquez, que hizo ademán de borrarlas con un pincel que no dejó de utilizar hasta que esbozó a sus meninas. Cerca de 10.000 personas, según el Ajuntament, acudieron a presenciar el espectáculo. Menos público en comparación con la edición anterior, a la que acudieron 50.000 ciudadanos, una cifra que también se comunicó desde el Consistorio.

Con el Call me maybe de Carly Rae Jepsen avanzaban los espartanos forrados de papel de periódico gritando cuál es su oficio. Era inevitable que en algún momento aparecieran críticas hacia los políticos, que fueron más bien pocas en las 19 carrozas y 45 comparsas, once menos que en la edición anterior. El Ballet Gavines de Son Reus se preguntaba dónde estaba Wally con una fotografía de Mariano Rajoy y se acordaba de Urdangarin mientras bailaba por su ex Rambla. Un grupo de ciudadanos vestidos de basuras reivindicaban que no quieren que la Isla sea el contenedor de Europa.

S’hort de s’Hostalet ofreció un catálogo de frutas y verduras a los asistentes, familias cuyos niños intentaban cazar los confetis como si fueran moscas.

Al paso de las numerosas comparsas bolivianas se alzaban cámaras, móviles, tablets y hasta consolas portátiles para inmortalizar sus llamativas coreografías. La Escola de dansa oriental dejaba entrever los movimientos básicos de la danza del vientre ante la atenta mirada de enfermeras zombis, perseguidas por un piloto de avión militar repleto de humor. Volvía otra comparsa de hormigas, pero con más protagonistas ya que adoptaba a otras especies, como un oso hormiguero.

Los payasos de la tele aparecieron hasta en dos ocasiones, el homenaje a Miliki era ineludible. La segunda tanda de Gabis, Fofos y Milikis, bajo el lema A mis niños de 30 años, incorporó a los personajes que aparecen en sus canciones como Susanita y su ratón o la gallina Turuleta. Más modernos, el dúo de electro pop estadounidense LMFAO cambió la banda sonora de Sa Rua en la que primaba el electro-latino de Pitbull, Henry Méndez y compañía.

No hubo incidencias a lo largo del recorrido, que proseguía por la calle Riera, Unió, Plaça del Rei Joan Carles I i avenida Jaume III. Salvo los intentos de algunos niños de cruzar la calle en busca de caramelos, que escasearon.

El lejano oriente lo acercó la carroza Shambhala, cuya estela siguió una tropa de preservativos muy coloridos. Los jeques árabes caminaban serios delante de sus mujeres, que proponían una danza muy compenetrada. La carroza de los dragones en la fortaleza s’Olivera despedía una edición con mucho menos público que la anterior y muy poca reivindicación pese al contexto actual, enmarcado en la corrupción, la indignación general y la crisis económica.