Asamblea general de anoche en la que se habló de la manifestación del domingo. | Joan Torres

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Las cosas no van a querdar así, opinan los indignados. Para la policía en cambio las cartas están echadas y no hay más que decir; el juez decidirá si hubo exceso. Ahora, ERC quiere preguntar en el Congreso por la carga policial de la noche del 4 de esta semana, basándose en el derecho de los españoles a mantener una reunión en la calle, según el artículo 21 de la Constitución. Para los indignados, además, la policía cargó sin mucha profesionalidad. Manu Luna, portavoz del movimiento 15-M, explica que llegó a formar un cordón con sus compañeros para separar a la policía de los recién llegados de la protesta en las plazas Santa Eulalia y Olivar. «Duró dos minutos ese intento de paz. Yo mismo recibí un empujón que me produjo una contractura en la espalda y dos porrazos», explica Manu.

Tres policías heridos
«Lo vimos unos cuantos. En el transcurso de los palos, uno de los policías estaba tan nervioso que vio una sombra por la espalda y le dio a un compañero». Carolina, activista del movimiento 15-M, también sufrió el encontronazo de una porra con uno de sus muslos. «Cuando los policías empezaron a arrancar las vallas para ir a por nosotros yo dije: Por favor, sacadles fotos a esas caras. Yo creo que alguno de ellos estaba ido y una persona armada ante todo debe tener sangre fría». El mismo Santafé, inspector jefe de la Unidad de Prevención y Reacción de la Policía Nacional sufrió un ataque. Resulta que uno de los manifestantes que llevaba una pancarta le arreó con el palo que portaba produciéndole una pequeña herida en la cara. Esa pequeña herida con un pequeño brote de sangre fue la que, al parecer, enardeció los ánimos de los agentes de seguridad.

Cordialidad caducada

«Hasta el día de la carga habíamos tenido una cordialidad bastante mutua -asegura Luna-. Yo siempre iba a preguntarles qué tal. En la carga no atendieron a razón. Y te aseguro que no vi a ningún jefe sangrar, y los conozco a todos. Lo del lanzamiento de piedras por nuestra parte, lo dudo mucho. Vi una botella que voló y paramos a esa persona de inmediato».

La activista Carolina también lamentaba la falta de humanidad de los agentes: «Les pido a los policías que me miren a los ojos. Cuando yo les miraba, uno miraba a otro lado, y otro asentía con la cabeza, y alguna sonrisa. Luego vino el capitán y se pusieron serios. De uno de ellos, el que me golpeó, había conseguido que me mirara a los ojos. Y ninguna contestación, pero sí que me reconoció a la hora del golpe. Me miró, se lo pensó y volvió darme».

No van a parar

Para el portavoz de los indignados, esto no ha hecho más que empezar. «Las asambleas de barrio y de los pueblos se están fortaleciendo, los grupos de trabajo son más compactos y especializados». Conectados vía internet con el resto de Indignados del país, los Indignados, cada vez mejro organizados, prometen ir unificando manifiestos y «vamos a empezar a exigir, con mayúsculas, que se haga un cambio verídico.