La lotería dejó en Palma casi 10 millones de euros con el número 69.069, vendido íntegramente en la Administración de la calle F. Martí i Mora, 3. | M.A. Cañellas - T. Ayuga

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Palma se llevó un quinto premio muy repartido. Esto se dice a menudo cuando la lotería favorece, pero esta vez, en Palma, fue verdad. En el barrio de Es Fortí, el número 69.069, de cuyas 195 series era depositaria -por voluntad de su rectora- la administración 24 de la calle Francisco Martí i Mora, repartió 9,7 millones de euros entre cientos de apostantes. Ayer, buena parte de ellos reconocía en plena calle que «con la que está cayendo» los 5.000 euros por décimo eran «una bendición».
Apolonia Guardia Melià, mallorquina de Porreras, tuvo ayer sus muchos minutos de gloria entre medios de comunicación y vecinos, como rectora del despacho que vendió todas las series de uno de los quintos premios del sorteo de Navidad. «El número lo llevamos en cada sorteo -afirmó-, y hoy viene bien reconocer que fue un controlador aéreo de Palma el que nos lo recomendó hace treinta años... y le creímos».
Número picarón
Los abrazos a la lotera y a sus empleados se extendieron desde que el bombo extrajo el número premiado, a las 10.44 de la mañana, hasta bien entrada la tarde. El desfile de parroquianos habituales del despacho era incesante, y no menos la alegría entre los trabajadores de un buen número de comercios del barrio que habían comprado décimos «de ese número tan extraño y picarón», en palabras de Antonia, una de las afortunadas.
A pocos metros, Jaime Piña, un jubilado de 75 años con 519 euros de pensión, atendía a cualquiera que le preguntase por su suerte. «Pues cómo no voy a dar saltos de alegría -confesaba-, si para sobrevivir con dignidad tengo que ser el recadero de mi comunidad de vecinos y de otros que se compadecen de mí. La felicidad es que nos viene una maravillosa propina a tantas personas del barrio, como para creer en que la Lotería es la democracia».
Bocinazos de furgonetas que reparten en el barrio y guiños cómplices entre los desplegados por la parte alta de la Plaça Madrid indicaban que también había premiados discretos. Como Esteban, que empezaba a dar destino a sus 5.000 euros «para no más allá que el cambio de año pero con todo el poder», o Victoria, menos efusiva pero contenta «porque ya que nunca he ganado ni a los chinos en toda mi vida me voy a dar desde mañana un par de lujos con mi familia».
No pudo hacer lo mismo Cati, una vecina agraciada con una de las cestas del bar Felipe, que además de viandas contenía un décimo del 69.069. Murió súbitamente unas horas antes del sorteo de Navidad, y sus vecinas y amigas ofrecían amargos sentimientos a preguntas de los reporteros. «Ese premio le hubiera ilusionado a ella, pero a los demás nos deja conmocionados», señalaba entre lágrimas uno de sus próximos.