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El solemne anuncio del fin de la recesión económica por parte del Fondo Monetario Internacional es, sin duda, una excelente noticia aunque, como siempre en estos casos, llega acompañada de notables matices que, en el caso de España, se tornan en augurios poco halagüeños. De todos modos cabe celebrar que la crisis llegue a su fin "de manera muy lenta", gracias en buena medida al tirón de las economías asiáticas, puesto que de ello se benefian el resto de países occidentales gracias a la interconexión financiera y comercial que existe en todo el mundo.

Al margen de la siempre necesaria cautela con la que hay que recibir, tanto en lo bueno como en lo malo, los informes económicos tan globales como el presentado por el FMI, la cuestión central debe quedar centrada en la erradicación de las causas que generaron la devastadora crisis que ha recorrido todas las economías mundiales. El descontrol del sistema financiero llevó al abismo de la crisis a numerosos países dejando un reguero de destrucción de empleo, desastre empresarial y multiplicación del endeudamiento. Hay que homogeneizar los controles sobre las entidades de crédito para que no se vuelva a tropezar con la misma piedra, la misma crisis, dentro de unos años.

De los anuncios de recuperación económica para el próximo año que realiza el FMI la economía española es la única excepción desfavorable, para el próximo año el PIB seguirá arrojando valores negativos del 3'6 por ciento y, lo que todavía es peor, las previsiones de desempleo se encaraman hasta el 20'2 por ciento durante 2010. Las cosas se tienen que haber hecho muy mal en España para quedar descolgados de la recuperación económica.