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La historia de ETA en Mallorca se había escrito hasta ayer, bàsicamente, con tres atentados terroristas, un intento de magnicidio y la presencia en la cárcel de Palma de una docena de integrantes de la banda criminal.

A las cinco y media de la madrugada del 30 de julio de 1991 se produjo una deflagración en la planta baja de un chalet de dos plantas en la calle Arquitecto Bennássar, en Palma. Diez minutos después se produjo otra deflagración en un coche estacionado frente a la puerta principal de la residencia de oficiales de la Plaça Porta des Camp. Tras los primeros minutos de confusión se fueron atando los primeros cabos y se supo que no se trataba de dos hechos aislados, ni mucho menos.

El manual
En el piso superior del chalet residían cuatro alféreces del Ejército y uno resultó herido. En el segundo caso se trataba de un coche bomba. La palabra ETA comenzó a pronunciarse entre los policías, aunque de manera tímida y procurando dejar un espacio para el error. Pero dos meses después, en un comunicado al diario vasco `Egin', ETA se atribuyó las dos acciones terroristas que por primera vez se habían llevado a cabo en Mallorca.

En el atentado de la calle Arquitecto Bennássar el comando había preparado varias bombonas de butano, que debían explotar al ser accionado un contemporizador. Pero la suerte se alió del lado de las posibles víctimas, puesto que un fallo en la fuente de energía evitó que los bidones de gasolina que habían dejado se incendiaran, lo que habría provocado la muerte casi segura de los dos alféreces que dormían en la planta superior.

Porta des Camp
Con respecto al atentado en la Plaça Porta des Camp, 24 horas antes se dejó estacionado un turismo marca Seat Ibiza, con matrícula PM-0946-AY. El coche fue sancionado con una multa de la ORA y estaba cargado con siete bombonas de camping gas y varios depósitos de gasolina. La explosión e incendio del vehículo afectaron a la fachada y algunas viviendas del edificio, pero sin desgracias personales.

Mallorca entera se conmocionó al sentir tan de cerca las garras de los asesinos de ETA, y parecía que la banda armada se sentía satisfecha con sus acciones y aquí, en la Isla, todos hablábamos ya de lo ocurrido en tiempo pasado. Pero el último día del mes de octubre del mismo año se localizó un turismo en la calle San Diego, en la Platja de Palma. En el interior del coche había cuatro bidones repletos de gasolina, un contemporizador y cables.

De nuevo el sobresalto, la conmoción, y poco después la confirmación de que el coche bomba fue dejado en aquél lugar por el mismo comando. La idea era que, tras sembrar el terror en Palma con los dos atentados, una tercera explosión aumentara la psicosis, en una zona eminentemente turística.

Las investigaciones policiales avanzaron de manera progresiva y meses después publicamos en estas páginas que el comando que atentó en Palma estaba formado por Idoia López Riaño (`Margarita') y José Luis Urrusolo Sistiaga. La noticia fue, digamos que desmentida, por Adolfo Fernández, que era director de Seguridad Ciudadana de la Ertzantza.

Fernández dijo en una entrevista que «si Urrusolo hubiera puesto las bombas en Palma hubieran sido más mortíferas». Pero las investigaciones seguían su curso y se supo que Urrusolo alquiló los dos vehículos en la Platja de Palma a nombre de Alfredo Gutiérrez Sola.

Estos datos se reafirmaron en marzo de 1992. La policía intervino documentación del comando itinerante en un piso de Valencia. En el piso se hallaron ocho DNI con las fotografías de Urrusolo y, entre las distintas identidades, la de Alfredo Gutiérrez Sola.

Magnicidio
El nueve de agosto de 1995 la policía detuvo en Mallorca a Juan José Rego Vidal su hijo, Iñaki, y Jorge García Sertucha, los tres integrantes de un comando de ETA que se había desplazado a la Isla con el objetivo de matar al Rey.

Parte del comando llegó a la Isla en un barco que quedó atracado en Alcúdia, mientras que en la calle Rafaletas, en Palma, se había alquilado un apartamento, exactamente situado a 251 metros de distancia de donde se encontraba atracado el «Fortuna».

Dos años después la Audiencia Nacional conisderó probadas las acusaciones y condenó a los terroristas a un total de 109 años de cárcel.